viernes, 30 de enero de 2009

El dios inquieto


Hermes de Praxíteles

Una noche salí de juerga y perdí un dedo. Un tío me lo arrancó de un bocado. Yo no le dije nada a nadie. Preferí regresar a casa y ya vería a la mañana siguiente. Me envolví el trozo que me quedaba en una servilleta y me metí la mano entre las piernas. Calorcito para la mano y para las piernas. Al despertar aquello no tenía muy buena pinta. En urgencias me preguntaron por el trozo que me faltaba. Imaginé entonces que el tío se lo habría tragado. No lo sé, contesté. Es una pena, si le vuelve a ocurrir, venga inmediatamente con la parte amputada. Puede coserse. Unos meses después llevé un ojo en un bote de cristal, pero no pudieron hacer nada. Salgo de casa y mi esposa nunca sabe si regresaré entero o con un pedazo menos. Soy descuidado, he de admitirlo. Pero ella ya me conoció con una sola pierna y sabía el tipo de vida que me gusta llevar. Me dedico a las apuestas. Una veces gano y otras pierdo. No hay mucho más. Mi chico parece que quiere seguirme los pasos. Le faltan los paletones. Fue con los patines. Hizo una figura que le llevó la boca al asfalto. Eso no le impide sonreír. Parece estar orgulloso. Tiene madera. Es una vida dura. Pero qué vida no lo es. Lo importante es hacer aquello con lo que disfrutas. Nunca he echado de menos la oreja que me falta, por ejemplo. Pero sé lo que es la nostalgia de ciertas tardes de la infancia, con el sonido del viento entre las hojas de los árboles. No se lo digo a nadie, evidentemente. En mi mundo al menor signo de debilidad te arrancan el alma de cuajo. Y esa sí que me molestaría perderla. Por ahora.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito. Lo de la nostalgia de las tardes de la infancia me ha hecho sonreir.

Raúl dijo...

Menudo es el precio que hay que pagar por no dejar de ser nosotros mismos.
Un saludo.

Araceli Esteves dijo...

No se echan de menos los pedazos de nosotros que van quedando por ahí, lo que sí echamos de menos son algunas tardes de la infancia.
Muy bueno.

Carlos Frontera dijo...

Cómo comprendo al protagonista del relato. Quién no ha ido perdiendo algún que otro miembro en el camino, quién no ha sufrido alguna amputación. Es parte del proceso, supongo (no me preguntes en qué consiste el proceso, adónde conduce).
Me cae bien el tipo.

Carlos Frontera dijo...
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