martes, 27 de enero de 2009

El hombre humillado



Francis Bacon (1909-1992)

Detesto profundamente todas las chapuzas del hogar. Me irrita tener que cambiar una bombilla. Me salgo de mis casillas ante la más pequeña contrariedad doméstica. Ayer, sin ir más lejos, me pasé la tarde maldiciendo y blasfemando, porque el bajante del fregadero perdía litros de agua, y ningún fontanero se quería hacer cargo de una tarea menor como ésa, de modo que tuve que remangarme la camisa y meterme dentro del mueble. Antes de haber conseguido desaflojar completamente los bajantes ya me había hecho varios cortes en las manos. Desmonté los desagues y el sifón. Los volví a colocar con unas vueltas de teflón, pero fue inútil: seguían las pérdidas de agua. Empezó a gotear por lugares que hasta ese momento estaban secos. Creí necesitar un destornillador más grande que el que guardo en un cajón. Le pedí a mi mujer que trajera uno de la ferretería y apareció con uno del mismo tamaño. Mis hijos no dejaban de preguntarme que qué estaba haciendo. Incluso mi mujer. Mi mal humor de perros no me dejaba respirar, cuanto menos hablar. Pasé toda la tarde sentado en el suelo, mostrando el canal del culo como les suele ocurrir a los fontaneros. Pero yo no soy fontanero. No se necesitaba nada más que un manitas, un marido hacendoso, alguien que le tuviera afición a las chapuzas. Me empeciné en arreglarlo porque ya sabía lo complicado que era encontrar alguien para, sin embargo, tan poca cosa. Me hice cortes, me desesperé, estuve a punto de destrozar con el martillo la estructura entera del bajante. Salí a la calle varias veces para comprar piezas de repuesto. Piezas que me parecía que no encajarían con las que ya tenía montadas. Pero todo lo llevaba a cabo sin paciencia y sin humor. Maldije obsesivamente al tiempo que montaba y desmonantaba los pedazos de plástico. En varias ocasiones di la tarea por terminada, aunque no había conseguido acabar con el goteo incesante que surgía desde varias juntas. Pero me dije que era provisional, sólo para poder fregar los platos sucios. Luego cambié de opinión y volví a desmontar la estructura para volver a colocar las juntas de goma y el teflón con más cuidado. Me costó nuevas heridas y magullamientos de dedos. Cuando llegó la hora me marché y lo dejé todo por medio. Malhumorado. Me fui a nadar. Tengo la espalda jodida. Me desvestí y al ir a ponerme el bañador descubrí que me lo había dejado en casa. Curiosamente ese último contratiempo me apaciguó. Regresé con el sabor de la derrota completa, de que ya nada más podía salirme peor. Reinicié las labores de fontanería y al cabo de un rato por fin el agua ya no se escapaba por las juntas. No me sentí especialmente orgulloso, sino jodido. Por la cantidad de horas que había pasado con el canal del culo al aire, por la cantidad de exabruptos soltados. Y porque hace días que busco la llave de un armario que misteriosamente ha desaparecido de su cerradura. Lo que ocurre es que los casos de misterio en el hogar me desquician al tiempo que me obsesionan. La pregunta que no me deja en paz es ¿dónde está la llave? ¿cómo ha desaparecido de su sitio, precisamente ahora, después de tantos años, como llevaba ahí puesta? Quizás alguien piense que estoy chiflado, que desperdicio mi vida, que podría contar algo más interesante. Pero todo el que me conoce sabe que tengo inquietudes más altas que esas. Me gusta el arte, la música, soy aficionado a la literatura. A veces la practico. Precisamente ahora iba dándole vueltas a una idea. Sin embargo, algo me ha hecho salir de mi ensimismamiento. Ha sido un pinchazo. He intentado aflojar los tornillos, pero no me ha sido posible. Por fin he llamado a la grúa. Mi mujer me ha dicho que es lo primero que debería de haber hecho. El caso es que en vez de aflojar, yo he estado apretándolos. El mecánico no ha tardado ni cinco minutos en ponerme la de repuesto. Se ha marchado, y me he echado a llorar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Los hombres se sienten humillados por cualquier cosa. En toda mi vida he clavado un tornillo, si veo un grifo gotear me pongo de los nervios, y si hay enchufes que no funcionan, me preguntó qué maldición ha caído ese día.
En fin, encuentro todo normal. Que no es pa llorar.
Besos

frikosal dijo...

Yo estoy por la persona integral, no es tarea menor arreglar el grifo y quien no ha instalado un desagüe o tarea equivalente no sabe lo que llega a costar.

Lo malo que tiene el mundo es que todo es normal.

Besos.

Fernando García Pañeda dijo...

Un pusilánime, eso es lo que es.
Yo también odio a muerte las chapuzas del hogar, y me parece inconcebible que haya seres a los que... incluso les guste. Y les dedican programas de televisión y todo.
Pero lo de cambiar la rueda no tiene excusa.
(Me meto en la historia, me puede) :D

Unknown dijo...

¿y por qué no me llamaste?
Hubiera acabado de humillarte con deleite.
:-p