jueves, 19 de marzo de 2009

A veces por melancolía


Himagina al ombre en su hodio
y en sus deseos de Hamar.

A veces por melancolía uno puede escribir como si sus frases fuesen pequeños rateros a la intemperie, dejando las ideas a medias, desmañadas y sucias. Esta idea no es mía, se la he robado a Teofrasto, que se la aplicaba a Heráclito. Yo le he dado ese aire cinematográfico.

A veces por melancolía uno se deja crecer las uñas, la barba y el pelo, y comienza uno a beber antes de la hora del Ángelus. Esta táctica está en la calle, para que pueda ser copiada por cualquiera.

A veces por melancolía uno no cierra el libro y se lo deja uno sobre el vientre, donde echa raices y le crecen ramas a las que vienen los pájaros a posarse.

A veces por melancolía uno no aparta la vista del televisor, sin saber qué es lo que sucede: dos aviones surgen del cielo para herir altas torres.

A veces por melancolía uno deja sonar el móvil, vibrando, parpadeando, emitiendo señales de alarma.

A veces por melancolía uno no deja de pensar en la melancolía del paisaje pixelado y descompuesto en sangrientas cuchillas.

Para mirar el mundo en su agónico interés-estrés
a veces uno himagina al ombre.

Misterio y melancolía de una calle, 1914, de Girogio de Chirico, es la imagen que ilustra.

2 comentarios:

Erna Ehlert dijo...

hmmmm....

me gustan mucho tus cuentos de barro

un saludo

nancicomansi dijo...

A mi me parece que la gente gasta poco de ese precioso elixir.
la melancolía es preciosa y debe usarse con moderación...
No confundir con desidia, que eso si que es feo...