lunes, 1 de junio de 2009

Diario de un hombre que corre 1


Domingo 31 de Mayo.

Anoche los niños se quedaron a dormir en casa de mis padres, así que L y yo aprovechamos para salir. Nos costó un rato decidir la película, que finalmente fue Star Trek. Luego fuimos a cenar y después estuvimos tomando algo en El Güendal, que es quizás el pub más antiguo de Málaga, cumplirá 30 años el próximo 6 de Abril. Cuando llegamos había en la pantalla un concierto de Chris Rea y al despedirnos estaba Albert Collins. En la puerta los municipales habían montado un control policial, por lo que le pasé las llaves del coche a L, que no bebe (otro bebé), y dimos un rodeo para no pasar por allí.

Antes de bajar y comprar el periódico para ver lo que dice hoy sobre el caso, haré un resumen.

Los viernes por la mañana, después de llevar a los niños al colegio, L y yo tenemos la agradable costumbre de desayunar juntos en la calle antes de irnos al trabajo. L además compra el periódico para la tarde.
Hay gente que dice:
-Compra el periódico.
-¿Cuál quieres?
-Cualquiera menos Público y El país.
Otros dicen:
-¿Pero por qué has cogido El mundo?
A L le gusta El país.

Linchado a pedradas un atracador en Málaga.
Un ladrón muere a manos de los clientes del salón recreativo que intentó asaltar.
Un hombre que intentó atracar un local en Málaga muere a pedradas.
La policía ha detenido a dos hombres como autores de la paliza.
Cinco personas persiguieron al ladrón 800 metros hasta acorralarle.
La víctima tenía numerosos golpes, sobre todo en la cabeza y en la espalda.
-Pero si esto ha sido ahí mismo, decimos, L o yo. O los dos al unísono.
-Qué salvajada, qué barbaridad.
Los hechos ocurrieron en el distrito de Carretera de Cádiz.
Aún así L y yo bromeamos.
Ella:
-Tenía que ser en la Carretera de Cádiz.
-Ese comentario está a la altura de lo sucedido.
Por las mañanas L y yo perseguimos (más bien yo, pero he implicado en ello a L) los movimientos de una diosa de la belleza, de una mujer completa, con la que coincidimos en la fila de 5 años y en la guardería para 3. Es mi referencia de mujer, más allá de L, claro, y ella lo sabe.

El sábado me levanté con un poco de resaca: cerveza y tabaco.
L decidió que se llevaba a los niños a la playa.
Yo le expuse mi plan: ir al salón de juegos donde aquel hombre había intentado robar y de donde había salido huyendo perseguido por otros hombres que finalmente lo mataron.
Luego regresaría para preparar la comida, antes de que ellos llegasen de la playa.
El camino de la playa y el camino que me lleva a recorrer de modo inverso el trayecto que hizo el hombre corriendo son el mismo. Los acompaño hasta el semáforo que tienen que cruzar en la calle Pacífico. Le digo al mayor, asombrado de que yo vaya a la playa, que voy a hacer una investigación y que luego nos veremos.
Parece un juego y quizás sea un juego, pero hay un hombre muerto. Un hombre que corría perseguido por otros hombres. Eso no me impide pensar en Mike Hammer y tomarme el pelo. Antes de llegar al lugar en el que el hombre fue rematado, le entro a un gorrilla. No puedo evitar verme en el remedo ridículo de investigador. Siempre ocurre en nuestras primeras veces. Uno se siente observado, perseguido por los usos y costumbres de una tradición de la que somos conscientes. Pero el gorrilla, con media lengua y cara de sapo, no aporta otra cosa que ser la primera prueba a la que me enfrento como investigador, para romper el hielo. Como aquellas novias feas que no nos gustaban, pero que nos servían para practicar.

El salón de juegos está en la calle de La Hoz, y se llama La esquina. A veinte metros del mercado de Huelin. Un lugar populoso lleno de miradas, bigotes y complexiones velazqueñas. A la entrada de la calle, en las escaleras de la Iglesia de San Patricio, grupos familiares se arremolinan sobre pequeños comulgantes, también en su primera vez. En las escaleras y rampas del mercado se venden calcetines, caracoles, paladú, tomillo. Una mina para los amantes del sabor local, del rasgo pintoresco. Es muy divertido, siempre me digo lo mismo, tendría que venir más al mercado. Pero luego ya se sabe, uno se conforma con entrar en el Mercadona y coger lo que necesita.

Es la primera vez también que entro en un salón de juegos. En la puerta hay un aviso que dice que se llame al timbre, pero pruebo a empujar y la hoja cede. Enseguida el microclima y la atmósfera atemporal me envuelven. En mi reloj son las 12:20. Una CocaCola Ligth y unas aceitunas. Mientras la camarera me sirve en la barra, subo arriba, a los servicios. Dos tíos están allí jugando a los dardos con esa espesura que se tiene a las 4 de la mañana. Al bajar choco con un andador que no he visto, el anciano sentado a la mesa mira al vacío. Otros dos viejos leen la prensa deportiva. En la barra, a un lado dos hombres hablan de los bancos. Otro, al fondo, lía tabaco, operación que le veré hacer repetidas veces, cada vez que se le acabe el pitillo. Entre éste y yo hay en la barra, abandonados, un montón de móviles y dos copas, con restos de unos tragos de color cobrizo. Desde detrás de las máquinas tragaperras salen dos figuras flacas, ebrias y blancuzcas. ¿Rusos? Se acercan a los móviles y los consultan oscilando en el aire como varas mecidas por una ventisca. Le piden cambio a la camarera, y luego:
-Chica, guapa, llamándola mientras le pegan unos puñetazos a la máquina en la que echan las monedas.
Ella está regando una maceta, un pascuero que ha logrado sobrevivir. Luego sale a la puerta y compra unos cupones de la ONCE a alguien que hay allí sentado vendiéndolos.

De vuelta vuelvo a pasar por el lugar en el que remataron al hombre a pedradas. Hay un tipo haciendo fotos.
-¿Eres periodista? Le pregunto.
-Sí.
Intento sacarle algo de información (me veo desde fuera, narrado). Pero apunta que él es sólo fotógrafo. De todas formas intento aclarar las informaciones contradictorias en relación a si el hombre muerto tenía o no antecedentes por delitos menores. Según el fotógrafo no tenía. Y me aporta un dato que hasta entonces no sabía (éxito, imagínatelo en la película). El hombre era de El Burgo, un pueblo de la serranía de Málaga. Le pido un teléfono y me ofrece el de la oficina de su periódico. El país. Hay gente que prefiere otros periódicos. A mí me va bien.
Llamo a L mientras deshago el camino. Los niños se han bañado y van a volver a meterse en el agua. Le cuento mis pesquizas.
Mientras preparo la comida busco en la guía, en El Burgo, los apellidos del hombre y doy con una tal M.del C., que no es difícil conjeturar que sea su hermana. En la calle Botica.
Por la tarde llamo a la redacción del periódico y pregunto por Juana Viúdez, que es la periodista que ha firmado la crónica sobre el suceso. Me dice que ella estaba esta mañana con el fotógafo, pero que no la vi porque había ido a hablar con el conserje del edificio. El fotógrafo le hablaría de mí. Un escritor malagueño, es lo que supongo yo que le pudo decir, porque así me presenté. Un escritor malagueño detrás de un hombre que huye perseguido por otros hombres. Un escritor detrás de una historia. Parece un juego, quizás sea un juego. Pero hay un hombre muerto, linchado. Se puede incluso hacer un telefilm. O literatura, basta con hacer literatura de un suceso real para ver la poca consistencia que tiene el dolor ante los ojos del público. La periodista me dice que me espere al día siguiente para leer el reportaje que está preparando y yo le pido un correo electrónico para seguir en contacto con ella. Lo demás ya lo sabéis; los niños se quedaron a dormir con los abuelos, L y yo fuimos al cine, etc.

Jay Bennet murió el 24 de Mayo. Tenía 45 años. Jay Bennet era un músico que estuvo en el grupo Wilco entre 1994 y 2001. El 25 de Mayo yo llevé al mayor al dentista y L fue a ponerle al pequeño la vacuna de los 3 años. S con 5 años necesita que le empasten unas piezas. En poco menos de un año las caries se han adueñado de su boca. P se portó como un campeón ante el pinchazo en su bracito. Por la tarde me hice cargo de los dos y mientras se duchaban y cenaban Wilco se preparaba para salir al escenario del Teatro Cervantes. L estaba en el gallinero: 36 euros para ver a los de Chicago en un día triste para ellos. El miércoles 27 de Mayo murió Miguel, después de salir corriendo, perseguido por otros, con 37 años. Eran algo más de las once de la noche y yo regresaba del teatro en coche por la calle en la que lo mataron. Había visto una obra pija de Yasmina Reza. Un dios salvaje. En la última fila del tercer piso, muy lejos del escenario como para no echar una cabezadita, después de un día largo, en el que había llevado a los niños a la piscina, mientras L acudía a una reunión del colegio. 13 euros, invitado por L. Pasé de largo sin saber que Miguel estaba tendido a la altura del número 18. Ya sabía que había muerto Jay Bennet. Por la radio. Muchos de los espectadores del lunes por la noche en el Cervantes no se habían enterado. Pero hasta la mañana del viernes no sabría nada de la muerte de Miguel.

Un hombre corriendo de noche perseguido por otros 4 o 5. La luna es una mueca blanca de desprecio en el cielo, un trozo de uña. Heridas, cortes. Un hombre corre mientras otro regresa a su casa de una función teatral. Un hombre muere mientras otro eleva el volumen de su radio en el coche, y justo cuando pasa a la altura de donde el hombre muerto está tendido, el otro hombre ve en la luna una mueca feliz.

9 comentarios:

nancicomansi dijo...

Jugar a detectives, mientras la vida entreteje sangre, niños durmiendo y la luna lunera ni se entera...
Aichs.
Y que bonito que la luna deje de ser una perla gigante para convertirse en trozo de uña. me encantó.

besos.

Lansky dijo...

no juegan a detectives, los linchadores, la masa histéerica representa lo más oscuro y detestable del ser humano,mucho más que un asesino en serie que por lo menos se toma la "molestia" de matar el solo y de uno en uno a sus víctimas, y no amparado por la masa de otros cobardes violentos como él.

Diego N. dijo...

Enhorabuena a ti y a L. por el tercero. Aunque puede que sea literatura y yo un ingenuo perdido en ese juego.

nancicomansi dijo...

NO...a ver...el señor hombredebarro decía sentirse un poco mike hammer, un poco detective...
Los linchadores son eso, asesinos...

Mariano Zurdo dijo...

No tengo tiempo para bloguear y cuando leo entradas como está me digo a mí mismo, joder, qué putada, no tengo tiempo para bloguear.
A ver ahora qué hago si buscar más tiempo o si echar a correr para aparecer como protagonista en "Diario de un hombre que corre 2".
Besitos/azos.

Unknown dijo...

Qué buena la descripción del mercado de Huelin, y de las andanzas playeras.
La labor detectivesca supera la rabia de quienes matan al ser invadiendo su terreno de juego. Siempre se me ha escapado el psiquismo de el jugador. Y me parece curioso el paralelismo entre historias cotidianas, que incluyen la muerte de alguien lejano, y el engranaje del drama absurdo de la muerte de alguien próximo.

Manu Espada dijo...

Oye, da gusto encontrar post así de vez en cuando en la blogosfera.

Fernando García Pañeda dijo...

Todo un documental sobre la vida humana, Antonio. Ejemplares de National Geographic: depredadores, presas, hábitats...

rabiosa dijo...

yo también regresaba a esas horas por la otra acera, junto al mar. Lo he pensado muchas veces. Creo que tu relato da voz a Miguel, que era de un pueblo precioso y diferente. Y también da voz a los que nos come la rabia cuando pasan estas cosas