jueves, 22 de octubre de 2009
Refinada perversidad
Le Stryge, 1853. Foto de Charles Nègre. Museo de Orsay.
Los paraguas son a veces víctimas de extrañas perversiones. Mi amigo C...d'O... le contaba un día al doctor M..., delante de mí, que tenía la manía de coger los paraguas de sus mejores amigos. Entonces - y éste es el punto interesante de esta singular psicopatía- acudía a un comerciante y le encargaba desenroscar y sustituir la contera del paraguas. Cuando, días después, se volvía a encontrar con el amigo despojado, le hacía admirar su nueva adquisición, le explicaba sus cualidades, le desvelaba sus encantos, le animaba a palpar, acariciar y agasajar con la mano el paraguas en cuestión, y luego le daba golpecitos con él en las piernas diciéndole: "¿No es precioso el paraguas? Lo acabo de comprar. Usted carece de gusto para elegir algo así; ¡oh, qué grosero es el suyo! Mire bien el mío:¿no tiene un cuerpo admirable? Es suave para la mano, y ligero, y bien hecho."
Y el amigo, inquieto, que solía reconocer su bien perdido, se agachaba sobre el paraguas de C... d'O..., examinaba cada uno de sus repliegues, pero no osaba afirmar nada pues la contera era diferente.
Marcel Schwob “Ensayo sobre el paraguas”, recogido en Mundos Terribles. Relatos y crónicas inéditos, el olivo azul, 2007, pág. 98.
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3 comentarios:
Qué inquietante saber que te la están colando y no poder demostrar que lo hacen... y ¡qué impotencia!
Pero... ya no hacen paraguas como esos ¿no?
La historia que reflejas aquí es parecida a la que Chejov anotó varias veces en uno de sus cuadernos de notas:
'Él no había sido feliz más que una vez en su vida: bajo un paraguas'.
El protagonista de la que tú refieres...bajo un paraguas robado.
Saludos.
Parece mentira el juego literario que puede dar un paraguas.
A mí me recuerda mucho a un pasaje de una novela de Wodehouse, en que el protagonista roba con total desfachatez un paraguas a un socio de su club para entregárselo a una dama en apuros.
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