jueves, 17 de febrero de 2011

El laberinto


La fotografía es del monumento contra el holocausto de Berlin

-Ya me habían hablado de su taxi. Y de usted.
-Espero que bien.
-Y veo que es cierto todo lo que me dijeron, coincido en sensaciones con mis informantes.
-¿Sigo recto?
-Conduzca usted intuitivamente. Yo le avisaré dónde me bajo. ¿Le incomoda?
-No se preocupe, en más de una ocasión he estado haciendo tiempo con algún cliente, dando vueltas por la ciudad.
-En este caso más que de hacer tiempo se trata de alcanzar un objetivo, de llegar a una parte.
-¿Es una especie de prueba, un experimento?
-Digamos que es un reto personal, un viejo sueño.
-Usted paga la carrera, usted manda.
-Sin su colaboración sé que nunca lo conseguiría, se lo agradezco.
-Hay cientos de taxis en esta ciudad y sus conductores son excelentes profesionales.
-Ya. Pero va a ser usted y no otro quien me lleve adonde tengo que ir.
-Vale, ¿pero no hay pistas?
-Por el momento, ninguna, déjese llevar por la fluidez del tráfico, coja los desvíos que le parezcan oportunos, evite las vías que no sean de su agrado, y marche con seguridad y confianza.
-¿Pongo la radio?
-Es una idea excelente.
-¿Prefiere usted noticias o música?
-Eso también lo dejo a su gusto.
-Perfecto.
-Esta vez voy a conseguirlo. Llevo años intentando llegar a un lugar. Casi cada mes he hecho una prueba, pero nunca he tenido suerte. Fallaba algo al principio o en el último momento, señales que me decían que no era el lugar al que tenía que ir.
-Vamos a ir hacia la periferia.
-Emocionante. Procure por lo que más quiera no tener un pinchazo, eso nos cortaría la buena racha...
-Cruce los dedos, hace años que no tengo uno, y voy a evitar también embotellamientos.
-Los tengo cruzados desde que me monté.
-Allá vamos.
-Tiene usted una seguridad prodigiosa, me lo habían advertido, pero no llegué a imaginar hasta qué punto.
-Llevo muchos años en el taxi, he visto y oído de todo y me tengo por un buen profesional.
-Es usted mi ángel de salvación.
-Sólo hago mi trabajo.
-Esta zona me es completamente desconocida, nunca antes había venido por aquí.
-Pese a su fama y su aspecto es un lugar seguro. Allí hay una laguna y un pinar, y más allá un barrio, el último al que llegan los autobuses urbanos.
-Este lugar podría servir para hacer desaparecer el cuerpo de un hombre o para venir a dar un agradable paseo con la familia y luego merendar en una terraza. Deténgase. Es aquí. Este es el lugar. Me bajaré.
-¿Aquí?
-Si.Tome, quédese con el cambio.
-Le ayudo con la maleta.
-Gracias.Estoy muy contento, muy feliz por haber encontrado la salida. La verdad es que ya no podía más, pensaba que me quedaría dentro para siempre.¿Sabe usted lo que llevo en la maleta?
-No, pero veo que le pesa.
-¿No siente usted curiosidad? Se lo diré. Es usted la primera persona, y la última,que estará al tanto de mi secreto. En esta maleta transporto la cabeza de toro que le corté a un hombre. Se la muestro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

pero... entonces era la cabeza de un toro? o de un hombre?

J. G. dijo...

genial genial, muy bien amigo

Petit dijo...

Un diálogo magnífico. Hace que el taxi siga en movimiento, que la historia tenga escenario. Impecable.

Antonio Senciales dijo...

Buen relato, sí señor.
Saludos.