sábado, 21 de junio de 2008

Citas e inexactitudes



La cita que encabeza Mucha suerte pertenece a las últimas frases de un cuento erótico titulado “Sin mañana”, de Dominique Vivant Denon (1747-1825). Es el único relato que escribió su autor, que fue escritor, dibujante, diplomático, viajero y director del museo del Louvre. Un tipo muy curioso y muy interesante, de cuya existencia me enteré investigando superficialmente sobre la campaña de Napoleón en Egipto. Mi intención inicial era escribir una serie de historietas sobre el año 1799. En la edición en español de Atalanta 2005 el cuento va de la página 25 a la 48, el resto del volumen se completa con las notas sobre su “Viaje por el Bajo y Alto Egipto”. Hay además dos semblanzas biográficas, una, la introducción de Anatole France, titulada Noticia histórica y, como cierre, una biografía de François Bory.

La cita de marras era:
“Subí al coche que me esperaba. Me esforcé en encontrar la moraleja de toda esta aventura y...no encontré ninguna.”
La verdad es que esas frases me cuadraban como anillo al dedo. Siendo tan difícil que que un cuadrado encaje a la perfección en el digital cilindro. Esto es, no creo que las historias, no creo que la vida, encierren enseñanza ninguna. Y sin embargo, tengo cierta debilidad por el género fabulístico, que se la debo principalmente a los textos de Fedro que traduzco con mis alumnos y a la negra oveja de Monterroso. Toda moraleja es pueril. También como las historias que se cuentan. Como la vida misma. En el último relato de Mucha suerte, el que se titula 1799, aparece Vivant Denon como personaje. El relato se cierra con una pregunta: “¿por qué no?” En un par de ocasiones he ensayado el cierre de una historia con una pregunta. Como recurso me parece muy naif. Con su toque de moraleja. La frase completa es: “lo que también le hace soñar con historias que algún día él mismo podría escribir, ¿por qué no?”

Lo dije alguna vez, me gustan las inexactitudes. En la contraportada de Mucha suerte dice que el libro contiene 12 narraciones. En realidad son 13. No tengo intención ninguna de corregir la errata, lo que sería facilísmo, porque el sistema de impresión digital del libro lo permite. No así otros deslices de su interior, que habrá que resolver, pero que la pereza y tener que ocuparme de otros asuntos me hace dilatar en el tiempo. Pues bien, de lo que dice en la cita inicial, eso de no hallar ninguna moraleja en la historia que nos acaban de contar, al tono con el que se remata el cuento, en el que aparece el autor de esa cita como personaje, va un trecho. Como del dicho al hecho. Por el medio deambulan los seres de los otros cuentos. Hay quien compra regalos que acumula en el maletero de su coche, hay quien es capaz de calzarse zapatos distintos en cada pie para salir a la calle, para ir a una cita, y quien se compra un par idéntico al que ya tenía, hay quien consigue que el habitáculo de un taxi sea un lugar cálido, hogareño, y quien transforma un viaje en patera en un crucero de placer, quien escribe su esquela como juego poético y se encuentra con el mazazo de la vida, un viejo y su última aventura erótica, etcétera. Historias que no quieren decir nada más allá de lo que son, pedazos de la vida de alguien.

Según anécdota de Anatole France, cuando una tal Lady Morgan le quiere expresar toda su admiración al viejo Denon, le dice:
-Debéis haber estudiado mucho en vuestra juventud.
A lo que él le contesta:
-Todo lo contrario, milady, no estudié nada, porque eso me habría aburrido. Pero observé mucho, porque eso me divertía. De modo que mi vida ha sido plena y he disfrutado mucho.

Entre tantos modelos de sufrimiento como nos ofrece la cultura, la religión, el arte, Vivant Denon no deja de darnos constantes muestras de alegría y placer por la vida. Lo que supo hacer bajo los últimos reyes de Francia, Robespierre y Napoleón. Y ahí está la moraleja. Donde no la hay.

La cita con la que él encabeza “Sin mañana” dice: “La letra mata, y el espíritu vivifica” (2 Cor. 3, 6)
Y este es el comienzo de su relato:
“Amaba perdidamente a la condesa de...; yo tenía veinte años y era ingenuo; ella me engañó, yo me enfadé, ella me abandonó. Yo era ingenuo, la añoré. Yo tenía veinte años, ella me perdonó; y como tenía veinte años, y era ingenuo, todavía engañado, pero aún no abandonado, me creía el amante más amado, por tanto el más feliz de los hombres.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, yo me compro zapatos idénticos a veces. Hay quien transforma un rincón en un castillo,sí.
Cualquier forma de protegerse es válida.

hombredebarro dijo...

¿Y conoces a alguien que use un zapato diferente para cada pie?
Al menos ya hay marcas que los fabrican así.

El Doctor dijo...

Excelente post.Llegué a este libro de Vivant Denon por vía Milan Kundera.

Por cierto;yo llevo zapatillas deportivas John Smith con cordones de colores diferentes.Y no me preguntes el motivo.Lo hago desde niño.

Un abrazo.