sábado, 17 de octubre de 2009

Deus ex machina


Nabuconodosor, de William Blake

A veces es una ventana abierta y todos le decimos:
-Arrójate por ella.
Consiste en estrellarse contra el pavimento, abrirse la crisma y llenar las ruedas de los vehículos o el bajo de los pantalones de los viandantes de sangre.
Tomás González muy probablemente se agarró a la madera podrida de la ventana, desde la que cualquier otro individuo hubiera contemplado el horizonte, y se zambulló en el aire hasta el fondo, donde la dureza.
Dejó algo escrito.

A veces es un cigarrillo con el que se ha estado jugando entre los dedos. Un hermoso incendio que podría purificar una ciudad entera, pero que sólo consigue que un hombre parezca un pollo asado. Eso con suerte.

A veces es una nave espacial que se posa en el jardín. La poesía es un arte que se está haciendo viejo. No trata de asuntos que nos interesen, que nos conciernan en este tiempo. Los poetas hacen bien en arrojarse por la ventana. En tomarse una caja de barbitúricos con un vaso de whisky. Un Kavafis moderno escribiría algo así como Esperando a los extraterrestres. Los platillos volantes son una solución.

Queridos niños, papá y mamá nunca os han querido, vuestros maestros siempre desearon lo peor para vosotros, vuestros amiguitos eran crueles, cobardes y chivatos. Queridos niños, habéis crecido con las hormonas de la mentira y la necedad. Amiguitos del alma, ángelitos del cielo, a ezra pound lo encerraron en una jaula, los hombres, a wladimir dragossán lo ridiculizaron en la televisión, gerardo diego landa, que había visto cómo su amigo octavio paz leizaola era empachurrado mortalmente, se precipitó al vacío cuando intentaba desenredar una persiana. En su caída tuvo tiempo de esbozar una mueca. Julio Yllera se dio de cara con el horror en una de sus visitas nocturnas a una biblioteca. Los libros estaban en blanco. El principio de la locura.

-A mí me encanta disparar contra la gente, dijo enfundándose la larga pistola.
Y debía de ser cierto, por lo que se podía ver alrededor.

Según la biografía que Chesterton escribió sobre William Blake, una mañana del 3 de Agosto de 1803, cuando el ilustrador y poeta paseaba por su jardín se encontró inesperadamente con un soldado de la Guardia de los Dragones, vestido con una chaqueta escarlata. Cuando Blake lo invitó a abandonar el recinto, el Dragón lo amenazó con sacarle los ojos. Blake se abalanzó con inesperada violencia sobre el intruso y lo arrojó a la calle, habiéndolo tomado desde atrás por ambos codos. El hombre, que probablemente estaba borracho, volvió más tarde y acusó a Blake de haber dicho estas improbables palabras: “Maldito sea el rey y malditos todos sus subditos...Cuando Bonaparte llegue os cortará uno a uno la garganta. Y yo le ayudaré.” Blake salió absuelto gracias a la ayuda en los tribunales de su benefactor William Hayley, bajo cuyo patrocinio había estado trabajando durante 3 años, lo que no impedió que desde ese momento sus lazos se disolvieran.

-Oliverio Girondo, anunció.
-¿Me podría facilitar su segundo apellido, sobre todo para evitar falsificaciones?
-No se preocupe, sólo hay uno. Oliveiro Girondo, repito, escribió que de haber sospechado lo que se oía después de muerto, no se hubiese suicidado. Yo les voy a decir lo contrario. Si antes lo sé, antes me mato.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Brillante. Estremecedor también.

Anónimo dijo...

Empieza así el amigo Chesterton su biografía sobre Blake:

"William Blake habría sido el primero en mantener que la biografía de un hombre necesariamente debería comenzar con las palabras: En el principio Dios creó el Cielo y la Tierra. Si estuviéramos narrando la vida de Mr. Jones, vecino de la ciudad de Kentish, tendríamos que remontarnos hasta el inicio de los tiempos para lograr explicarla por completo..."