domingo, 13 de febrero de 2011

Una pizza de encargo


La fotografía es de Alec Soth, de un libro titulado Niágara

-Buenas noches, su pizza.
-Buenas noches, pero yo no he pedido una pizza.
-¿Esto no es Carrera Farala, número 6, 3ºB?
-Sí, correcto. ¡Diana!, ¿has encargado tú una pizza?
-¡Yo, no!
-Me temo que ha habido un error. Quizás sea otro número.
-¿Su teléfono es el 6745126773?
-Sí, correcto. Pero nosotros no hemos llamado para encargar una pizza. Estamos mi mujer y yo solos y además no nos gustan ese tipo de pizzas.
-¿Qué quiere decir usted? Le aseguro que usamos ingredientes seleccionados de primera calidad. Mire yo he trabajado en todo tipo de bares y restaurantes y le puedo decir que en esta empresa los controles de higiene son los más rigurosos.
-No me malinterpretes, muchacho.
-No me llame usted muchacho.
-Perdona, no te he querido ofender. ¿De qué es la pizza que traes?
-Marítima.
-¿Qué lleva?
-Anchoas, mejillones, atún y pimientos.
-Bueno, mira me la quedo. Por hacerte el favor. Pero que sepas que no la hemos encargado nosotros.
-No hay problema, la puedo devolver. Les digo a mis jefes que alguien les ha querido gastar una broma y les ha encargado una pizza sin su consentimiento.
-La verdad es que me apetece la pizza.
-Está muy buena. A mí el pescado no me sienta bien, tengo una alergia, pero los clientes que la piden siempre dicen que es exquisita.
-Venga, dámela.
-Viene con unas latas de cocacola.
-Mi mujer y yo no tomamos cocacola.
-Es una promoción, son de regalo.
-Bueno, vale. ¿Cuánto es?
-Son 16 euros.
-Toma.
-No llevo cambio de eso. ¿No tiene usted un billete más pequeño?
-Creo que no.
-Advierten siempre cuando se hace el encargo que los repartidores traemos el cambio justo.
-Oye, te he dicho antes que nosotros no hemos encargado esta pizza, así que nadie nos ha advertido de nada.
-Perdón.
-Bueno, mira, no ha sido buena idea la de quedarme con la pizza.
-¡Dile a ese chico que pase, no lo tengas en la puerta!
-¿Qué dices, Diana? ...Dice mi mujer que pases. A lo mejor ella tiene un billete más pequeño.
-De acuerdo, con su permiso.
-Entra, al fondo, estábamos en el estudio.
-Pero, oiga, esta mujer...
-No te preocupes, ninguna de las cuerdas le hace daño, sólo sirven para inmovilizarla. Diana, cariño, ¿tienes tú suelto para pagar la pizza?
-Mira en mi bolso.
-Sí, aquí hay uno de 20. Toma.
-¿Pero por qué hacen ustedes esto?
-¿A qué te refieres?
-¿Por qué está su mujer colgada del techo, atada como si fuese...?
-Mira, ya sólo queda ponerle la mordaza. ¿Se la quieres poner tú? Cariño, este chico tan simpático va a sellar tu sucia boca.
-Yo me tengo que marchar.
-De acuerdo, chico, si no quieres, no te voy a obligar, pero no olvides que me debes el cambio.
-Aquí tiene.
-¿Sabes salir?
-Sí, sí, no se preocupe. Buen provecho.
-Gracias.
-¡Oye!
-¿Sí?
-Que ha sido una broma, que sí que encargué yo la pizza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

xDDDDDDDD

J.R.Infante dijo...

Tremendo el drama que le metes a este relato, todo gira en torno a la pizza y la mujer colgada pasa casi desapercibida.
Basarlo todo en el diálogo también es muy arriesgado y valiente por tu parte.
Un saludo

marcos javega dijo...

valiente cabriola!