jueves, 15 de julio de 2010

En prisión



Empecé a perder peso en esta celda sin ningún tipo de plan o dieta. Antes de que me capturaran yo estaba gordo como un hipopótamo, como un elefante, como una hermosa vaca de los prados asturianos, como mi antipático profesor de matemáticas en el cole, al que la papada le temblaba como un flan, cuando te decía que no con la cabeza. Me han pasado al régimen abierto, que me permite salir para trabajar. La asistente social me ha encontrado una terraza de verano, así que duermo todo el día en este camastro y a última hora de la tarde salgo a la calle con mi atuendo ibicenco y mi moreno de rayos uva, porque no me da tiempo de bajar a la playa. Dentro de poco se va a celebrar el concurso de Mister Talego, de donde saldrán los presos más guapos, más simpáticos y más fotogénicos. Estamos todos excitadísimos con la posibilidad de alcanzar algún triunfo en cualquiera de las categorías. A aquellos que antes de llegar aquí no tenían dientes les han sido implantados. Los que entraron castigados por los vicios se han recuperado por medio de ejercicios específicos en el gimnasio. Quien venía picado de viruela fue sometido a un tratamiento de laseroterapia, que deja el curtido rostro de los bribones como si fuese el suavísimo culito de un tierno bebé. La vida entre estos muros es entretenida y si muchos de los que hay fuera supieran cómo se nos ayuda desde aquí dentro a desarrollar la personalidad y a aspirar a la felicidad, saldrían a la calle con el firme propósito de atracar una joyería, matar a un vecino, incendiar la farmacia o violar a una profesora de idiomas, pero la gente, convencida por la literatura costumbrista y los medios de comunicación, piensa que la cárcel es un lugar triste, donde se mata el tiempo en aburridos talleres de ocupación profesional. Hasta la fecha la única pega que he encontrado es que no me permiten traer a nadie a la celda. Mi novia me acompaña de madrugada hasta la puerta y allí nos despedimos con un beso. Tenemos muchos planes de futuro para cuando yo salga. El amor hace que le demuestre impaciencia, pero realmente me da miedo volver a la calle, donde temo encontrarme con el gordo camello de barrio que una vez, como en un pesadilla, fui. Por el momento soy uno de los favoritos en el certamen, así que, mira, voy a disfrutarlo.

1 comentario:

Joselu dijo...

Dan ganas de pedir el ingreso en prisión o cometer algún desmán para conseguirlo. Pero hoy día hay que hacer algo muy grave o ser muy desgraciado para conseguirlo. Un saludo desde el Pirineo.