martes, 18 de enero de 2011
Gefiromanía
La fotografía es de Berenice Abbot
Llego al puente y doy una señal para que salte por los aires. Pero no soy un general y tampoco tengo bajo mis órdenes a un grupo de valientes guerrilleros. Aún así en mitad del puente abro los brazos de forma majestuosa, decisiva, apocalíptica. Les digo a los transeúntes que corran, que se pongan a salvo, que voy a poner el puente en órbita. Las mujeres me hacen caso y aceleran, pero algunos hombres se revuelven y me amenazan con los puños. Me quedo solo en mitad del puente y entonces comienzan las explosiones en sus pilares. Todo el mundo da un paso atrás, pero nadie se marcha. Este es el primero de los muchos puentes que voy a destruir. Y lo hago solo, que conste, no tengo cómplices ni subalternos. Una señal y enseguida empieza la fiesta. Al final la gente aplaude, al final. Unos quedan a un lado y otros al otro, pero por unos minutos todos han disfrutado con el fuego, las voladuras y el ruido. Mientras lo vuelven a levantar no dejan de hablar de lo ocurrido, ¿quién contrató a aquel extranjero?, se preguntan en relación a mí. Esas buenas gentes sudan empujando las piedras del puente nuevo, pero una sonrisa maliciosa no deja de bailarles en la cara.
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4 comentarios:
Muy buen micro, Antonio, me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Un nihilista poderoso. Hermoso relato
Con permiso, aquí va uno mío:
"Mi mayordomo pasa displicente el índice por el gran globo terráqueo de la biblioteca, lo retira manchado y comenta melancólico que el mundo está muy sucio. Más tarde veo a la doncella limpiando el polvo a Crimea con uno de mis pañuelos de seda; está rebotada por la bronca del mayordomo y lo paga conmigo...El mundo, menos Crimea, sigue sucio."
Gracias, Jesús y Lansky.
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