lunes, 29 de septiembre de 2008

Entrevista a Isabel Núñez

Foto: Guilermo Aguirre, Cuba 2006

Isabel Núñez (Figueres, 1957) es traductora y crítica literaria. Además de otras publicaciones anteriores, en 2006 sacó a la luz el libro de relatos Crucigrama (Barcelona, Galería H2O) y hace unas semanas salió La plaza del azufaifo (Madrid, Melusina, 2008), con prólogo de Enrique Vila-Matas. Mantiene tres blogs en internet. El más activo http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.com/ surgió para apoyar la publicación de Crucigrama y compensar su pequeña distribución, pero enseguida cogió aliento propio al hilo de todas sus preocupaciones e intereses, “convirtiéndose en un museo personal”, como ella misma escribe. Empecé a conocer el trabajo de Isabel Núñez a partir de su blog. Luego caí en la cuenta de que era, por ejemplo, la traductora de algunos de los cuentos de Dorothy Parker que había leído en la edición de su Narrativa completa en Deblos!llo. Isabel está muy comprometida con su actividad como traductora y reclama unas condiciones de dignidad laboral que en España suelen ser muy precarias. Sin embargo, me gustaría centrar las preguntas en Crucigrama, un conjunto de 12 relatos narrados desde la primera persona, excepto uno. En ellos tiene un peso muy importante la autoficción, la elaboración del material personal para constuir artefactos muy próximos a la vivencias de la escritora.

¿Qué mecanismos has puesto en marcha para la escritura de esos relatos, cómo surgen, hasta qué punto modelas tu vida para hacerla literatura? ¿No tienes miedo a la exposición?

Roland Barthes, en Fragments d’un discours amoureux habla de la obscenidad o la exposición doble de un enamorado que se pone gafas de sol (en un interior) para ocultar que ha llorado: en realidad, dice Barthes, está llamando la atención sobre sus lágrimas (que de otro modo podrían pasar desapercibidas). La supuesta exposición de la autoficción me parece menos expuesta que la simple ficción. El lector especula siempre. En la autoficción, uno construye sobre su vida pero elige y elimina en función de la estructura del cuento (o del género que sea), del ritmo, de las necesidades de la prosa, y no de los hechos que describe. Manda lo literario, no lo histórico, si es que tal cosa existe.
¿Cómo surgen? De una frase, de una sensación, de una atmósfera, algo que resuena en mi cabeza y que quiero utilizar. A veces me doy cuenta en un email o una conversación, andando por la calle, mirando por la ventanilla en el coche, al cerrar los ojos bajo el sol o al apagar la luz antes de dormir.

En casi todos..., en todos los relatos aparecen unas fugaces pinceladas humorísticas, ciertas paradojas, en apenas unas líneas, muy sutiles, como “Dicen que, con la ayuda del tiempo y algún que otro factor, A. se ha vuelto fiel. Ahora soy yo quien tiene el problema”, “descubro que también se puede comprar llorando”, “me casé con Otelo y empecé una vida de autosecuestro que duraría años”, “he sobrevivido a la era de las drogas, de la locura y el suicidio, y ahora que he tenido un hijo, ¿me voy a morir?”, “un tubo del que colgaba algo parecido a una bolsa de jamón ibérico envasado al vacío: un litro de plasma”, “Mentalmente, decido enviar un email de protesta al astrólogo aficionado, que se ha equivocado por completo con mi suerte”, entre otras. ¿Para qué sirve el humor en el texto. Y para qué en la vida?

No soportaría la vida ni la literatura sin humor. Dijo una vez un crítico a propósito de una buena escritora inteligente y sólida, que tenía “una asfixiante falta de sentido del humor”: es una limitación grave. El humor es un contrapunto, supongo. Sirve también para expresar una posición chejoviana del escritor, que no comprende el mundo, que no tiene todas las respuestas, que se sorprende incluso (o sobre todo) de sí mismo y de las trampas de su mente o la ironía de las cosas, etc. No me gustan los escritores que se sitúan en una especie de Olimpo, que parecen saber todas las respuestas o que pretenden enseñar una lección al lector. Yo no puedo evitar reírme de mí misma y de mis narradoras. Creo que el humor (negro, seco) es lo que hace que podamos seguir leyendo y disfrutar con los más duros libros de Bernhard, como por ejemplo, Trastorno.

En tus historias aparecen el padre, las hermanas, los novios, el marido, la madre de esa narradora en primera persona, salvo en el cuento Julio, cierta orfandad, la independencia a los 18 años, un intento a los 14, el aprendizaje de la infidelidad, la separaciones, los desencuentros, las enfermedades. Las peripecias vitales están dibujadas sin patetismo, con una distancia que no sé si la proporciona el psicoanálisis, del que das muchas muestras de ser una apasionada en tu blog, puesto al servicio del relato.

No sé bien cuál es la pregunta. A mí el psicoanálisis me salvó, por así decirlo. Pude recoger mis fragmentos, pero sobre todo, como muchos maltratados y heridos, pude darle la vuelta a lo que me habían hecho, convertir mis cicatrices en una ventaja, no sólo en la materia de mi prosa, sino también en el núcleo que me arrastra… El psicoanálisis me dio el goce de vivir en los bordes, y la clave para interrogarme e interrogar. Supongo que eso puede verse en mi escritura. Mi libro balcánico, al que tú no has aludido, también puede entenderse así.

El primer cuento, que es el que le da título al libro, es demoledor. La última frase son seis palabras, “El amor no mueve el mundo”. En sí misma esa afirmación puede estar tan vacía de contenido como la que afirma lo contrario, pero dicha después de lo que el padre acaba de escribir en el crucigrama, cuando ya ha abandonado la ferocidad de antes y es una sombra de lo que fue, multiplica su significado. ¿Qué opinión tienes del mundo?

A mí no me parece vacía la frase. Sólo es el revés de un estereotipo que nos enseñaron y que en mi visión de la vida familiar no encajaba. Sólo podía decir eso: si acaso en mi experiencia (lo que yo había visto a mi alrededor en mi infancia), la cobardía, la debilidad y los celos movieron el mundo, nunca el amor. Y esa experiencia fue lo que me hizo, lo que me llevó a mi double Bind, a mi dilema vital, lo que me hizo (una vez logré recobrarme) construir mi ética. Esa escena del crucigrama no resuelto ocurrió de verdad y para mí expresaba todo lo que no podía decirle a mi padre, lo que él creo que quiso decir al despedirse, justo antes de entrar en la agonía, cuando murmuró que no había estado a la altura y me miró unos segundos. En esa mirada estaba la respuesta del crucigrama. Y por otra parte, es cierto que del horror de mi infancia y sus consecuencias, a mí me rescató el encuentro con los hombres, es decir, un terreno que podríamos llamar amoroso. Pero de ahí a creer que el amor mueve el mundo… Lo que nos movía, a ellos y a mí, era el deseo o la necesidad de curar unas heridas, o de entendernos a nosotros mismos.
¿Cómo nadie puede resumir su opinión del mundo? Esa pregunta me parece imposible. Ahora, sí que diré que un escritor nacionalista serbio ortodoxo dijo que mi cuento era herético por esa frase. Y otro, un teórico de la literatura, dijo que con esa frase yo había logrado parodiar a Shakespeare (Romeo y Julieta, supongo). Y un escritor-editor que respeto dijo que esa frase merecía estar entre las citas magníficas que yo había incluido en mi Crucigrama. Y una amiga se enfadó mucho conmigo por esa frase, ella quería creer que el amor sí movía el mundo… No sé qué tiene esa frase-definición de crucigrama…

En los cuentos aparecen una serie de preocupaciones políticas muy concretas, que también cultivas a través de tu blog Polis: el desahucio de ciertos edificios para la constucción de centros de negocios, bares y restaurantes de moda, los 26 años de CIU en la Generalitat, el tráfico, el estrépito de las obras, la poca calidad en los servicios de telefonía, las leyes antitabaco, la regulación de los aires acondicionados, el transporte público, etc. Me parece muy acertado apuntar a los detalles, a dianas reales y cotidianas. Me da la impresión de que no te cuesta mucho, de que te es muy fácil hacer esas referencias en las historias. De hecho una de ellas, la titulada Ruido es una estampa que se vuelve muy cómica con esa mujer que le pregunta a gritos todos los días a primera hora de la mañana a su marido que qué querrá para comer: garbanzos o roast-beef.

“Ruido” es el único cuento de Crucigrama que considero casi fallido. Creo que tendría que haberle dado una vuelta más, aunque la idea me gusta, pero no debería haberlo dejado así. Efectivamente, la crítica de la degradación de la ciudad, la destrucción del paisaje, son tan inherentes a mi escritura como el paso del tiempo, la muerte, etc., son obsesiones mías. Eso es La plaza del azufaifo. Siento que no la hayas leído, sin duda pensando que se trata de un ensayo. Algunos lo vieron enseguida. Es un libro multigénero, es ficción, es novela, y al mismo tiempo es crítica social o política, pero siempre entretejida con la ficción, con la metáfora de un árbol. Dice Via-Matas que en ese libro los géneros se suceden como estados de ánimo. No eres el único que lo desechas considerándolo sociología. En muchas librerías lo ponen en ciencias sociales y eso condena al libro a vender mucho menos y hoy me dice un blogger que en Madrid ¡lo encontró en la sección de viajes! Concretamente entre libros africanos (¿tal vez por el nombre del árbol?). Todavía ahora, me dijo ayer un librero inteligente (de la calle Berlinès), al poeta Li Bai le sitúan con filosofía orientalista y no en la sección de poetas. Es increíble que en la era del género mezclado, todavía estemos así.
Creo que en el volumen de cuentos que estoy acabando, ya me cuesta menos aceptar esas mezclas mías, incluir frases que podrían ser ensayísticas sin que rompan la ficción o pesen demasiado. Pero quién sabe, igual me equivoco…

En varios relatos se hace referencia al autosecuestro de la protagonista a través de una relación amorosa. Por ejemplo en Vallvidrera y en Mater Misericordia. Me parece un tema muy interesante, en el que supongo que tiene mucho que desvelar el psicoanálisis.

Bueno, en todo caso, el psicoanálisis te permite ver más allá y comprender qué ha significado una relación, qué es lo que está pasando detrás de las cosas, cuáles son las opciones o por qué. Te revela esas cosas o te ayuda a descubrirlas, aunque sea de paso y no como objetivo principal. Hay cosas que serían inexplicables sin aceptar la existencia del inconsciente, es decir, de otros yos múltiples, de partes de nosotros, infantiles e irracionales, que tienen otros intereses inconfesados, y que piden paso y lo dominan todo si no se les atiende ni considera. El psicoanálisis te permite tal vez aceptar tus celos, por ejemplo, el miedo a ser sustituido o cualquier otro miedo infantil, el miedo de mi narradora a sí misma la lleva a buscarse un Otelo, una especie de policía que la proteja de sí misma, de los riesgos que ha corrido antes. Pero eso, claro, sólo lo descubre más tarde, cuando ya está a punto de liberarse de ese yugo y de atreverse a volver al mundo. Lo cual no excluye ningún miedo futuro, ni ninguna incertidumbre.

Una de las escenas más potentes y humorísticas me parece la del condón usado, olvidado por el chico ruso sobre la mesilla de noche, mientras el operario de Telefónica trastea enchufes y cables. Es muy fácil imaginar su gesto, su sorpresa, “la opinión que empieza a formarse sobre la clienta”, en el relato Tú te habrías reído. ¿Te diste cuenta de que conseguías un hallazgo narrativo? En general, ¿cómo trabajas los relatos, cuándo consideras que están acabados?

No sé. Yo escribo a ciegas y al acabar siempre estoy perdida, sumida en ese extrañamiento y perplejidad de los que habla también Roland Barthes en su seminario sobre la novela. Sólo leyéndole el cuento en voz alta a alguien empiezo a comprender o a ver algo, lo que yo quería hacer, de qué va el cuento, sus metáforas. O discutiendo con alguien (no cualquiera! Me sirve muy poca gente como interlocutora) que le pone objeciones; entonces empiezo a comprender lo que yo he querido decir, el por qué de cada palabra. Traducir mis cuentos al inglés, a medias con Linda Danz, también me ayudó a descubrir muchas cosas en ese sentido.
A veces sólo he podido darlos por acabados con ayuda de mi interlocutor principal. Otras, a pesar de su opinión. Y otras, leyéndolo en voz alta.

De los doce relatos ¿cuál es aquel por el que sientes un aprecio especial y por qué?

Tengo cinco o seis favoritos, casi los mismos que están traducidos al inglés y al serbio. Lo siento, no soy muy sintética y me cuesta elegir. Crucigrama y El efecto García, dedicados respectivamente a mi padre y a mi madre, por un lado. Esos dos cuentos significan mucho para mí por el tiempo que he necesitado para poder abordar un poco y con distancia cosas tan duras (la novela de mi infancia está empezada pero me da demasiado miedo, aún no tengo esa distancia, creo). Julio, Vinçon y Tú te habrías reído me gustan como cuentos de relaciones, de parejas. Y Autobús, como cuento de calle, un cuento que se me repite y reproduce porque he visto más escenas como aquella, alguien desconocido que habla de su muerte obscenamente, por el móvil, delante de todo el mundo.

Acabas de publicar La plaza del azufaifo, que creo que tiene mucho de batalla política. Podrías explicar brevemente qué tipo de literatura se encierra en él.

Huy, ya he contestado antes a esto. Es una novela, una ficción, una metáfora de un árbol que quieren talar y mi batalla por salvarlo, y también es un ensayo, pero en medio de eso está mi infancia, la memoria, el paso del tiempo, la degradación de la ciudad, mi vida cotidiana, la traducción, el libro balcánico, los amigos, la corrupción de los políticos y las mafias, etc… y hay imágenes, para reproducir ese efecto de postal de los blogs.

“La cuestión es seguir escribiendo y olvidar a los editores y críticos que nos olvidan a nosotros. Olvidar también a los que desprecian el género (el cuento) y sólo quieren novelas”. Está claro. Lo escribiste el 25 de Enero de 2007. Has escrito en las revistas Quimera, Letras Libres, Lateral. Actualmente en La Vanguardia y en Qué leer, y a pesar de ello sigues buscando a un editor con distribuidora que te haga visible en este tortuoso mundo de la literatura. ¿Qué derroteros crees que va a tomar la edición en un futuro próximo y cómo crees que te afectará a tí?

Uf, que eso lo digan otros, qué sé yo. Sólo sé que antes no se publicaba a clásicos y ahora hay un montón de editoriales que los busca y rescata y traduce. Que los géneros mezclados están ahí, aunque distribuidores y algunos libreros insistan en separarlo todo por etiquetas. Que tal vez los editores acabarán dándose cuenta de que los cuentos sí se venden. O tal vez no. Que mientras los editores mayoritarios sólo buscan esa cosa de lo comercial con calidad, otros editores pequeños y más arriesgados buscan literatura. Y si no, pues medrará la autoedición o los blogs o qué sé yo. En Francia los editores sí prestan atención a los blogs, en muchos sentidos, como crítica literaria, como resonancia, como cantera de escritores, no son tan miopes ni tan lentos como aquí. En cuanto a mí, supongo que empiezan a aceptarme. Mi libro balcánico saldrá en enero publicado por un editor que me gusta mucho, Alba. En Alba están entusiasmados con mi libro y yo con su forma de publicar. Y Melusina, que publicó La plaza del azufaifo, es un editor con más presencia y más distribución que el de Crucigrama. Veremos a quién le ofrezco mis nuevos cuentos y qué ocurre.

¿Qué significa para tí el libro como objeto, qué te dice su mera presencia física?

A mí no me caben los libros. A veces creo que me baño en ellos, como el Tío Gilito en sus monedas. Soy fetichista con ellos. Me gustan las ediciones francesas o algunas mexicanas, de libros diminutos, que puedo leer en el metro o andando por la calle sin mucho peso. Busco siempre pequeñas estanterías que reparen el estado de la mía. El caos de libros y papeles me devora. Me encantan las librerías viejas, las antiguas librerías parisinas y londinenses, algunas de mi ciudad, no muchas. Y las bibliotecas inglesas, o The New York Public Library. Sueño con vivir en ellas. Siempre imagino una vida ociosa de jardines y lectura, sofás y té.

8 comentarios:

frikosal dijo...

Que buena idea entrevistarla, me la imagino recién salida de su baño de libros al estilo del tio Gilito con las monedas. Es envidiable esa capacidad teórica que tiene y su conocimiento enciclopédico.

A mi me gustó mucho leer Crucigrama, y me hasta cierto punto me sorprende la poca difusión que tuvo.

leo dijo...

No conocía Crucigrama. Ahora me pica la curiosidad, claro.
Una estupenda entrevista. Gracias por las presentaciones.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Gracias Antonio por la entrevista.
Besos

Belnu dijo...

Gracias, Friks, y gracias Hombre de barro, por entrevistarme. Me había olvidado de mirar la entrevista y de linkearla! Lo hago hoy... (No sabía que no quisieras cursivas en los títulos, les habría puesto comillas...)

Belnu dijo...

¿Conocimiento enciclopédico? Pero si yo no sé nada! Sólo doy vuelktas a mis obsesiones de siempre...:)

Dante Bertini dijo...

Me encanta Isabel contestando preguntas, decidida, o lanzada, a decir lo que piensa de todas las cosas. Disentimos mucho con ella, pero soy consciente del lujo que significa tenerla como interlocutora.

Belnu dijo...

Gracias, Cachodepan! Me pasa lo mismo contigo!

hombredebarro dijo...

Espero que la entrevista a Isabel Núñez haya sido de vuestro interés y que haya acercado su figura a quienes no la conocieran. Asímismo le agradezco a ella su generosidad a la hora de contestar mis preguntas.