miércoles, 16 de marzo de 2011

Embalajes



La fotografía es de Joel Peter Witkin

Hay pedazos de hombre diseminados sobre la tierra a lo largo y ancho del mundo. Muchos de ellos son recogidos por hombres enteros para recomponer al hombre hecho rompecabezas; en ocasiones las piezas reunidas pertenecen a rompecabezas diferentes y hay que sacarlos del lugar en el que han sido colocados. Esta mano no va con este brazo, este tronco no es para esta cabeza. Es un juego divertidísimo: cuando las piezas son demasiado pequeñas o están muy echadas a perder hay que mandarlas a un laboratorio. Con los análisis de ADN ya nadie nos va a colar gato por liebre. Un pedazo de hombre que no es nuestro. Quiero a mi hermano entero, tal como salió de mi casa con una sonrisa, exige una mujer cuando le presentan el ataúd en el que todos los restos que hay dentro pertenecen, según las pruebas de ADN, al soldado sonriente al salir de casa, algo más serio, porque no se trataba de una broma, mirando más tarde, sólo unos días después, por el visor telescópico de su fusil. Pero el soldado ya no tiene lugar donde ser reconocido como hombre, su cuerpo ha saltado por los aires y se ha deshecho en cientos de pedacitos que podrían ser hoy servidos como pinchos aliñados a la moruna en una tasca, si algo así no nos repugnase, sólo pensar en algo así, solo bromear con algo así, como tantas veces ha bromeado el soldado mirando por el visor telescópico de su fusil, haciendo que a sus compañeros también les saliera una sonrisa en la cara como la que él llevaba al marcharse de su casa, contando chistes; qué chistoso el soldado hecho pedacitos. Al soldado chistoso que no lo reconocería ni su puta madre si lo viese en este momento dentro del ataúd, lo han envuelto, no obstante, en una bandera muy vistosa; cualidad de todas las banderas es que sea muy vistosa, que se vea desde todas partes y que llene los ojos de bandera, como si el soldado fuese una caja de bombones envueltos en celofán brillante y vistoso, como han de ser los celofanes. Y no viene solo el soldado chistoso hecho pedacitos del tamaño de bombones, envuelto en la enseña nacional, no, que viene acompañado de otros soldados, cada uno empaquetado como una caja de bombones. Enormes cajas de bombones del tamaño de un hombre tendido. Cada soldado siendo quien es según el ADN, que otra cosa sería si alguien de su familia lo pudiese reconocer. Aquí el enemigo ha estado fino. A los soldados los han dejado, efectivamente, que nos lo reconocen ni sus novias. Juntitos han venido en el avión, bien embalados, sujetos para que las turbulencias no los zarandeasen, cada pedacito, ¿nos lo imaginamos?, en un molde, con la forma de ese pedacito. Nos lo imaginamos, uno con forma de corazón, otro como si fuese una caracola, uno es oblongo y otro tiene forma de dedo, porque en efecto es un dedo. Tantos pedacitos de un hombre no pueden hacer que un hombre se sienta solo, tantos trocitos de hombres son algo así como la compañía de muchos hombres en un hombre solo, por mucho que las pruebas de ADN digan que todos estos bombones son el mismo bombón. Qué cara, Dios mío, qué cara pone todo el mundo. Qué cara de circunstancias. No pasa nada. Hay pedazos de hombres diseminados por todas partes; se trata de recogerlos, ordenarlos y presentarlos bien envueltos, preparados para un viaje, bajo una bandera.

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