jueves, 10 de marzo de 2011

La nave



La fotografía es de Ricky Dávila

Y la nave va y empieza a naufragar en una deriva que la aleja por momentos de la costa llena de luces. Han estado muy cerca, un buen nadador en un momento de mar calmo hubiese alcanzado la playa en unas cuantas brazadas, pero allí nadie es un buen nadador, de hecho la mayoría nunca ha metido antes las piernas en el mar, que es como han accedido a la nave. El motor se ha parado y no hay quien sea capaz de ponerlo nuevamente en funcionamiento. La nave es arrastrada de pronto por una corriente que la devuelve a la oscuridad, lejos de las luces que palpitan en primera línea de costa. Lejos de las brasas de los cigarrillos de quienes asomados a las terrazas de los apartamentos de alquiler la vieron venir, primero aproximándose con los gritos de alegría entre el pasaje y luego estancándose entre las intempestivas olas que la mecieron, la levantaron y la dejaron caer como las manos que cogen tres huevos de gallina e inician los malabares, más tarde perdiendo el rumbo de la seguridad, arrastrados por un viento de traición, como uno de los huevos de gallina que se resbala de la mano y se chafa contra el suelo. Apenas se pueden iluminar en la nave con una linterna que va de rostro en rostro, sombras asombradas por la decepción de haber estado a punto de haberlo conseguido, alguien se lamenta de no haberse arrojado al agua, ya es tarde. Alguien decide arrojarse desesperadamente. Alguien abraza algo, a alguien, un diminuto paquete que palpita como si tuviese vida, que podría ser un pollo o un conejo, una pequeña mascota de granja, pero que es un bebé. Alguien más lleva otra mascota, y alguien más también. Pero la llevan dentro del cuerpo, en el vientre. La nave va atestada de mamíferos, hembras preñadas, nascituri, machos en celo, carne que, no lo dudéis, el mar se la va a tragar sin ascos, sin placer, sin juicio, porque sí, porque en él no hay otra cosa que abundancia, hermosura, fuerza y un filo de luna que lo perfora. Los pasajeros de la nave tararean canciones y no bailan en cubierta porque ellos no tienen sitio suficiente para hacerlo, como de sobra pudieron hacerlo los pasajeros de primera del Titanic, ya que según dicen la orquesta no paró de tocar en ningún momento, melodía de glú-glú, cuando a los instrumentos les empiece a entrar agua salada por sus agujeros, cuando por sus agujeros le empiece a entrar agua a los mamíferos que sacaron su pasaje de primera en la nave para hacer la ruta de costa a costa, de una costa a la que hay enfrente, porque viajar es un placer y a quién no le apetece conocer otros lugares. Lo que ocurre es que a veces las cosas vienen mal dadas, hay fallos mecánicos, hay fallos humanos, la naturaleza no colabora, la compañía que ha fletado la nave no es seria, el seguro que la cubre es ficticio, y la nave va y se pierde, para siempre.

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