En este mes y pico, desde que comencé el blog el único cuento que he escrito es el que anda colgado ahí atrás: Ahí, voces. Los otros son viejos. Viejos cuentos. Voy a contaros cómo se me ocurrió. Una mañana me dijo mi mujer que la noche anterior, al ir a lavarse los dientes, tuvo la sensación de que oía una voz detrás de su oreja. Como si alguien pronunciara una palabra, que ella no había entendido bien. Mi mujer no es miedosa ni cree en fantasmas. Yo soy miedoso, pero tampoco creo en fantasmas. Además me dijo que si no hubiésemos estado mis hijos y yo dormidos, si se hubiese encontrado sola, “se habría cagado”. Intenté sacarle algún detalle más, pero eso fue todo, me dijo. Desde ese instante supe que ahí estaba mi relatillo. Despertamos a los niños, los pusimos en marcha para el desayuno y el cole, y cada uno marchó a lo suyo.
Por la tarde me senté a escribir. Ya he dicho en otra parte que no paso mucho tiempo seguido delante del teclado. Como esta tarde, si estoy solo con ellos, he de darles la merienda, los jarabes, limpiarles el culo o intervenir en sus conflictos. Pero el cuento me salió del tirón. Cada vez que volvía a sentarme releía lo escrito y avanzaba un poco. Supe enseguida que la mujer que oía esas voces, ahí detrás, tenía una gran confusión provocada por el deseo, por el deseo físico, y una tragedia irremediable, que aún no había acabado de asimilar.
Por la tarde me senté a escribir. Ya he dicho en otra parte que no paso mucho tiempo seguido delante del teclado. Como esta tarde, si estoy solo con ellos, he de darles la merienda, los jarabes, limpiarles el culo o intervenir en sus conflictos. Pero el cuento me salió del tirón. Cada vez que volvía a sentarme releía lo escrito y avanzaba un poco. Supe enseguida que la mujer que oía esas voces, ahí detrás, tenía una gran confusión provocada por el deseo, por el deseo físico, y una tragedia irremediable, que aún no había acabado de asimilar.
Y sin embargo, existen. Los fantasmas, digo. A veces nos susurran cosas al oído. Aunque ni yo ni mi mujer, por más pruebas que nos ofrecen, nos los acabemos de creer.
6 comentarios:
Los cuentos nos los dictan los muertos. lo demás son sicofonías ¿No?. El relato "Ahí, voces" me gustó (para variar). También me gusta esta iniciativa que tomas a veces de compartir de dónde vienen tus cuentos. Constituye un interesante complemento al cuento en sí.
El cuento empieza en un detalle, pero no simepre acaba con la última línea. Establecemos un vínculo con ellos, queramos o no. Podemos distanciarnos mediante la fantasía o lo irreal de ellos. Tomar distancia. Pero antes o después nos encontraremos con una persona que se llame igual que uno de nuestros protagonistas y que tenga una historia atípica que contarnos. Una historia que ya nos sonará.También puede ser que pasemos de largo con el coche o que ese día nos duela la cabeza y no queramos escuchar.
Un saludo.
Las ideas vienen normalmente de lo cotidiano, porque pensamos que tenemos una idea genial súperelaborada, suele quedarse en agua de borrajas, lo cotidiano siempre da más de sí que las grandes cosas.
Diego, me alegra volver a tener noticias de tí.
manuespada,¿cómo camina ese libro por el mundo?
¿Y a quién le gustaría pensar que fue un fantasma...? uii..qué miedo..da cosilla..
Saludos..
¡Hola! Yo a veces lo pienso: o las ideas me las soplan al oído los fantasmas o sufro un desdoblamiento de personalidad. (Cuando son malas ideas me convenzo mucho más de esta tesis, por cierto).
Saludines.
Las voces del más acá a veces son más extrañas que las del más allá, ¿no crees?
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