Supongo que la mayoría de los escritores sin h poseemos un discreto y encantador cofre, que contiene el tesoro de un collar de cuentas, fabricado por una serie de faltas de ortografía, que nos acompañan con doméstica singularidad. Eufemísticamente les damos el nombre de erratas. O lapsus. O descuidos. En mi caso, para no tener que ir a casa del vecino, me hago un lío con rallar y rayar. Tampoco sé exactamente si lo que hago con el periódico es ojearlo, hojearlo, ambas cosas, o delito mayor. Y no digamos de ciertas tildes que me hacen zozobrar y salir corriendo al diccionario. Invariablemente yerro. Invariablemete acierto, pero dudo. Qué más da.
El caso es que la ortografía es un animal de hermoso pelaje, no obstante híspido. En cuanto te sale la ternura y le acaricias el lomo, te arañas la punta de los dedos. No otra cosa le ocurrió a ese monstruo que se llama García Márquez, al que podríamos llamar escritor con h, por esa naturaleza de fábula que posee. En el año 1997, en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, en Zacatecas, hizo un discurso muy hermoso, muy vivo, titulado “Botella al mar para el dios de las palabras”, y en él se atrevió a proponer una simplificación y humanización de la gramática. Más tarde, en vista de las reacciones, de los nervios, declaró en una entrevista: “Además, mi ortografía me la corrigen los correctores de pruebas (...) Si cometo pocos errores gramaticales es porque he aprendido a escribir leyendo al derecho y al revés a los autores que inventaron la literatura española y a los que siguen inventándola porque aprendieron con aquellos”. Y añade: “El deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia. Los gramáticos revientan de ira con nuestros desatinos pero los del siglo siguiente los recogen como genialidades de la lengua. De modo que tranquilos: no hay pleito. Nos vemos en el tercer milenio”.
Tercer milenio. Aquí y ahora.
Cada día es más corriente ver faltas de ortografía en periódicos, en libros de editoriales muy prestigiosas, en portales de internet dedicados a la literatura y a la edición, en manuales de cualquier tipo. Para los que nos dedicamos a la enseñanza es increíble comprobar cómo nuestros alumnos todavía nos sorprenden con una inventiva del error a prueba de cañonazos. Si además uno es escritor, ha de sufrir en carnes propias el dicho, en casa del herrero cuchillo de palo. ¿Quién está libre de la falta ortográfica, de ese estigma? Si hay alguien, que me arroje su diccionario a la frente.
Los puristas de la lengua, los vigilantes, los apocalípticos, se llevan las manos a la cabeza y luego las levantan al cielo. Vivimos en una época de decadencia cultural. En sus tiempos esas cosas no ocurrían. De modo que se agarran a la ortografía como si fuera una cachiporra para asustar a los niños y humillar a los adultos. Aquel que, habiendo pasado por la escuela sin hacerle caso a la ortografía, sentirá, cuando sea mayor y tenga que hacer un escrito, como si llevase las manos sucias en un convite, y no se atreverá a sacarlas de los bolsillos.
Pensemos un segundo: ¿Cómo reaccionamos ante la detección de una falta de ortografía?
A mi modo de entender muy pocas veces bien y muchas veces mal. He sido testigo de ambos procederes:
Alumnos que corrigen a sus compañeros con sorna: Hala, sin h, ha puesto hombre sin h. A los pocos minutos cometen ellos su propio y garrafal fallo.
Profesores que hacen un inventario jocoso de burradas: Mira, mira éste, ha escrito “inbierno”. Siempre le encuentro la gracia al disparate y nunca me mueve a mofa.
Ayer mismito fui testigo de cómo un miembro asiduo a los tribunales de oposiciones se jactaba de que bajo su criterio corrector no aprobaba nadie con faltas de ortografía. Es decir, el tipo está orgulloso de ejercer el control social en el acceso a un puesto de trabajo, no a través de los conocimentos de la disciplina en cuestión, sino a través de la ortografía. Pobre García Márquez si para ser escritor hubiese opositado.
Aprendices de escritores a los que se les señala la oportunidad de cuidar la ortografía y la desprecian olímpicamente.
Decididamente mal. Muy mal.
Veamos el recto proceder:
En estos años de escritura internáutica en más de una ocasión algún lector me ha señalado sin aspavientos una falta ortográfica o gramatical. La he corregido.
Conozco asimismo profesores que actúan del mismo modo con sus alumnos, con aséptica escrupulosidad. Los pupilos rectifican.
Sin embargo: ¿Por qué el campo ortográfico es un territorio de rencores y humillaciones?
Sin retórica: porque la puñetera ortografía es el varapalo contra el débil y el ignorante. Contra aquel que social o intelectualmente es percibido como inferior. La ortografía es, ha sido, las uñas sucias del trabajo manual y la escasa o nula preparación académica. ¿Por qué, si no, sentimos vergüenza ajena, cuando detectamos en otro un error ortográfico y las circunstancias no nos permiten actuar como correctores, más o menos bienintencionados?
La ortografía española se fijó en el siglo 19 y ya en 1843 un grupo de maestros madrileños quiso simplificar sus reglas y suprimir la h, la v y la q entre otras. Reformas semejantes a las que había propuesto el americano Andrés Bello, que insistía en el uso de una letra para cada sonido. Como bien sabemos nada de esto prosperó.
A la postre, la ortografía y la gramática fueron ciencias de muy poca exactitud y mucha complejidad.
Siglo 21. Tercer milenio. Aquí y ahora.
Los errores ortográficos van en aumento. Los lapsus. Las erratas. Las barabaridades. Lo que ustedes quieran considerar.
Los jóvenes aprenden códigos expresivos llenos de creatividad lingüística ajenos a la ortografía, a través del uso de cachivaches tecnológicos, que los sesudos gramáticos ven como armas de Lucifer. Yo mismo me veo anclado a la conservadora ortografía. Pero habrá que soltar las amarras. A lo mejor reivindicar una escritura más razonable, más humana, menos etimológica.
Además, la publicidad utiliza el reclamo de los deslices, de las innovaciones y excentricidades ortográficas. Las palabras se convierten también en iconos: Obsessión, Poezía, Exxxperiencias.
Sobreviene lo que algunos llaman caos. Surgen las teorías apocalípticas. Esto es el acabose ¿o el acabóse? Las manos se levantan al cielo.
Pero a mí me surge una duda: ¿Por qué nos paramos tanto en la ortografía, por qué no le pedimos un sentido al discurso, un sentido diferente a lo manido, a lo consabido, al modo de expresarlo, al punto de vista? ¿Por qué esa obsesión por lo correcto? ¿No será que le damos más importancia a las formas que a la calidad del serrín que nos rellena la mollera?
Por supuesto, si alguien detecta alguna falta ortográfica en lo escrito hará bien en comunicármelo, se lo agradeceré. Sin más. Según mi exxxperiencia.
10 comentarios:
Entiendo que no se debe dar excesiva importancia a la ortografía, sólo la que tiene, que la tiene.
Es tan maleable que muchos vocablos de nuestro idioma se han escrito de forma diferente a través de los siglos.
Es evidente que hay que cuidar el lenguaje y una forma es que los estudiantes más jóvenes le presten la debida atención.
Acabo de leer un libro atractivo que va de lenguaje y su ortografía: 'El genio del idioma', de Álex Grijelmo, Edit. Alfaguara, que estimula a amar el idioma propio y sus circunstancias históricas y actuales.
Hombredebarro, interesantes reflexiones las tuyas.
Saludos.
Pues mira, me ha encantado leer esta entrada. Me gusta mucho como has abordado el tema, especialmente esta idea:
"Sin retórica: porque la puñetera ortografía es el varapalo contra el débil y el ignorante"
Solamente quisiera añadir que para algunas personas la ortografía es mucho más fácil que para otras. A mi me cuesta una barbaridad.
Recuerdo un caso extremo, un profesor de matemáticas, muy bueno, que era incapaz de escribir ni una sola palabra sin cambiar las letras de orden. En cambio, he conocido a personas incapaces de exponer con un mínimo de orden cuatro o cinco ideas seguidas, pero con una ortografía impecable.
Hombre de Barro, mi pronóstico es que el lenguaje -el discurso musical se parece bastante al ortográfico- imita lo que puede los juegos de ruptura acontecidos en los últimos versos de Altazor.
O el Rumbo a peor de Beckett.
Pero, oye, yo prefiero eso a terminar hablando spanglish.
Estupendo post, maestro.
Para mí, la buena ortografía es como entrar en casa de alguien y encontrarla limpia. No nos dice cómo es la persona, pero nos da una idea.
Disculpo a aquellos que no han podido educarse, y por tanto, no la uso como arma arrojadiza.
Entiendo que la vida evoluciona y que cada día aparecen nuevas formas de comunicarse, pero sigo apreciando que la gente se tome la molestia de escribir bien.
Un abrazo,
No hay que exagerar... pero tenemos que cuidar algo que poco a poco se va perdiendo. No me refiero a la ortografía en sí, sino a su importancia.
Como correctora soy de las que levantan las manos al cielo y se preguntan cómo es posible que no vean la diferencia entre un invierno con v y con b. Falta mucha lectura, pero sobre todo, atención por las cosas.
Me ha gustado mucho darme un paseo por aquí, ha sido una grata sorpresa. ¡Lo repetiré!
Saludos.
Primero una confesión: tardé años en distinguir rebelar de revelar, y eso que me costó un suspenso en 2º de BUP. Por eso me sumo a la idea de que la ortografía debe ocupar una justa medida. Sobre todo, me apunto a la idea de abrir un debate, pero me niego a acepar que se escriba de cualquier manera simplemente porque nos confundiría. Ahora, que el debate ortográfico está sustentado por "carcamales" innovilistas... sin duda. Y sigo confesándome: tengo faltas que procuro evitar, pero me encantan los escritos correctos....
Tawaki,
Pero algunas personas, como decia antes, son incapaces de escribir con ortografia correcta, o les cuesta muchísimo.
Este problema esta relacionado con una percepcion global de las frases y no del detalle de cada letra. No se trata de gente de pocas luces.
Mira por ejemplo lo que comenta Carmen.
Gracias a todos por vuestras aportaciones, supongo que queda claro que no estoy en contra de la ortografía, sino en contra de su gestión actual. Normalmente las personas que leen no tienen faltas, pero no siempre ha de ser así.
Tomo nota, Antonio,del libro. Me gustó mucho uno de José Antonio Millán sobre la coma, que se llama Perdón, imposible.
Alberto, el spanglish me parece una muestra de la indomabilidad de las lenguas. ¿De verdad que no te gustaría hablarlo?
Tawaki yo también aprecio cuando alguien se esmera por hacer uso de la ortografía.
Elita es verdad que falta atención por las cosas, pero no todo el problema viene de ahí. Ni de la falta de lectura. ¿Tan poco se lee?
Carmen: revelador, ¿o rebelador?
Frikosal, en efecto no todos tenemos pocas luces.
Un saludo.
Elaboro teorías para todo; también para las faltas de ortografía (o mejor, para explicar por qué se cometen). Después de unos años de experiencia docente, creo haber descubierto que mis alumnos las cometen en la mayoría de los casos por una razón muy triste: pereza mental. Vale, puede que la tilde diacrítica se les atragante, o que no sepan si ese "ése" es un pronombre o no. Pero el 90% de las ocasiones es simple y llanamente desprecio al trabajo bien hecho, la exaltación del "no pasa nada".
Yo les digo en clase (son de 1º de carrera) que si son capaces de construir textos "potentes" (coherentes, con buena cohesión textual, con una organización implecable...) les perdono las faltas. Pero eso no ocurre nunca. Porque los que son capaces de mimar sus textos desarrollan anticuerpos contra la pereza.
No sé si me explico (o "me esplico", como me ponen muchos de mis alumnos...)
No, no, no estoy de acuerdo. Yo no soy sectaria, y distingo entre el despiste de alguien que construye bien pero no recuerda si había hache o no y el analfabetismo de quien no sabe elaborar, construir una frase. Con todo, creo que habría que conocer las reglas para poder saltárselas, y que habría que lograr que la gente hablase y escribiese bien en este país, pues cada vez es más penoso el nivel. Y la ortografía es sólo pura etimología y tiene ese aspacto poético de la historia... Aunque todo es discutible.
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