lunes, 12 de noviembre de 2007

Escribir todos los días

La memoria me ofrece una serie de instantáneas o flashes o hitos o peldaños que tienen mucho que ver con mi obsesión por leer y luego por escribir. Ahora que lo pienso un poco cada vez que leo un libro de otro escritor me gustaría tener la impresión de estar leyéndome a mí mismo y cuando leo un cuento propio finjo o imagino que leo a otro escritor.
Si mientiese como un bellaco, la afirmación anterior sería totalmente incierta.
En su lecho de muerte mi abuelo paterno me entrega una pluma. Un gesto simbólico. Nunca la he usado. Plumín de oro y uno de esos sistemas antiguos con el que estoy seguro que sólo conseguiría hacer grandes borrones de tinta.
Para una fotografía que le íbamos a enviar a mi padre a Suiza decido posar como si estuviese leyendo. El catecismo. En mi casa no había libros, así que supongo que aquella lectura era para mí lo más parecido a la ficción.
Con 10 años mis padres me regalan por Reyes un lote de cuatro libros, que he de compartir con mi hermano Paco. Uno de ellos es Un capitán de 15 años.
En una antología de textos literarios del colegio, con 12 años, me empiezo a interesar por la cara de los escritores. Me gusta jugar a reconocer sus rostros.
A los 13 descubro el bibliobús y la biblioteca pública. Adquiero conciencia de que llevo retraso en el asunto de la lectura, de que me gustaría haber leído ciertas historias, a las que no he tenido acceso hasta entonces.
Con 16 escribo un poema a imitación de algo leído en Neruda, en el que hablaba de unos desconchones en una pared que acababa derrumbándose.
Me hago un montón de carnets de bibliotecas y leo concienzudamente, impulsado por la necesidad de recuperar lo que ya pienso que ha sido un tiempo perdido, al haber transcurrido mi primera infancia sin la lectura.
En un viejo mueble de cocina comienzo a guardar los libros que voy comprando. Le pido a mi madre que me compre un diccionario, que aún uso.
La lectura me hace despegar como un cohete de una realidad muy limitada. Barrio y amigos. Enseguida me doy cuenta de que las propuestas escolares son importantes y soy muy aplicado con ellas, pero más importantes son aquellos libros que uno elige. Me oriento por la letra pequeña y negrita del libro de literatura de COU. Aprendo a moverme en las librerías, a buscar lo que no sé que es, pero que me interesa.
Con 18 descubro que uno de mis profesores es escritor. Su observación directa me resulta muy interesante. Hasta entonces yo sólo los había conocido en severas poses fotográficas.
Con 20 otro escritor me invita a su casa, a comer, a ver una película sobre Nietzsche. Alucino.
Pero me doy cuenta de una cosa, necesito de la experiencia para escribir. Así que no me integro en el mundillo local de las letras, que a veces me provoca sonrojo.
Durante 20 años escribo muy poco y con patéticos resultados. Voy a mi puta bola. Leo, pero nunca con la intensidad inicial. Me matriculo en algún curso de escritura.
Muere mi hermano a los 35 años.
Decido tomármelo en serio. Escribir todos los días.

Por Dios, no piensen mal. Hay días que no lo hago. Si fuese un mentiroso compulsivo, nada de lo anterior podría ser cierto.

4 comentarios:

Antonio Senciales dijo...

Bueno, escritor eres. Si algún escritor se dedicase a escribir una obra titulada 'Memorias de un joven escritor', diría más o menos las cosas que tú cuentas.
En cuanto a la lectura, para muchos ha sido una necesidad convertida en hábito, ayuda a pensar, te serena, te hace reflexionar sobre temas puntuales, formarte una opinión propia sobre diferentes asuntos, es beneficiosa para la salud,... Pero no en la forma que yo lo hacía con 22 años p.e., en cama hasta las 4 ó 5 de la madrugada, para entrar a trabajar a las 8. Siempre llegaba tarde y dormido y me pudo costar un disgusto serio, con lo cual tuve que cambiar el método de lectura.
Hace años que suelo leer un par de horas discontinuas, al día, aunque no hay días en blanco. Ahora tengo tiempo.
Después de años leyendo, casi te quedas sin libros que leer.
Últimamente, durante este verano me he dedicado a hacer una recopilación de los libros en mi poder, leídos, de los leídos desaparecidos y que regalé, y me decidí a hacer una compra masiva de ellos, unos 60 aprox., hasta tal punto he inundado otra vez mi casa de libros que mi mujer me ha dicho que estoy un poco loco.
Hace unos años tuve que deshacerme de un gran montón de ellos porque éramos seis personas en casa y ocupaban los libros más espacio que las personas.
Disfruto con la lectura mucho y me ha enseñado a escribir, bueno a bien redactar, porque lo de escribir bellamente, creativamente lo llamo, no lo da el leer mucho, ese arte procede de otros lares, aunque la lectura ayude.
Que me gusta escribir es notorio, ya voy por la línea X, y sé que debo detenerme.
Al menos la lectura me ha enseñado serenamente, porque hay que leer de forma serena, tranquila, a distinguir la buena escritura de la menos buena, a escoger los mejores párrafos de las que considero las mejores obras,y en esa estamos...
En estos instantes de mi vida además me dejan decirlo escribiendo mal que bien, con lo cual al final estamos matando dos pájaros de un tiro.
Sigue escribiendo, Hombredebarro, se nota que lo sientes, que lo llevas dentro,...
Saludos.

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Lo de escribir, la verdad, es un coñazo: lo que de verdad mola es haber escrito.
Por cierto, me ha gustado mucho tu blog.
Saludos.

hombredebarro dijo...

Antonio, la pasión lectora y escritora es, creo, la que más cerca nos mantiene de aquello que un día fuimos. En lo que nos reconocimos más auténticos. Veneno.

Javier:me ocurre exactamente eso.

Lluvia dijo...

Por ilogica que parezca esta afirmación, es cierta: al leerte creía que me estaba leyendo a mi misma....
Pues al leer un libro, pienso lo mismo que tú...A los 5 años mis padres me regalaron la colección de los grandes de la literatura en todas sus ramas...A los 8 años de esa colección había devorado los de poesía...: Becquer, Neruda, Luis Cernuda, Gongora,etc...
Asi que empecé a escribir mis poesias a los 12 años.
Tras la muerte de mi abuelo empecé a escribir un libro que dejé apartado porque con 17 años pensé que tenía que acumular primero experiencias y a la par experiencia. La mejor universidad es la vida misma, siempre lo he pensado y lo mantendré siempre...
Paralelamente a mi ideologia entré en la Universidad.
Y hoy es el dia que con 26 años, no puedo dejar de escribir, aunque no lo hago como medio de vida (lamentablemente la hipoteca manda) no puedo relegar mis escritos. El hoy es lo que cuenta....
Dejame darte las gracias pues leerte me ha sacado una gran sonrisa, de las interiores, que a mi pensar son las que más llenan.
Feliz dia.
ANA