domingo, 4 de noviembre de 2007

La aldea muerta, de Xurxo Borrazás


El verano pasado entré en una joyería que anunciaba rebajas del 40%. Allí encontré a dos ancianas probándose pendientes. Dos mujeres coquetas, con deseos de gustar. Por otra parte, en esos días también pasé de refilón por una tertulia-merienda compuesta por ancianas en las que hallé muchas chispas de picardía. A raíz de esas dos imágenes y de ciertas ideas que me rondaban por la cabeza escribí un cuento titulado “Invitadas al té”, en el que venía a hablar de un chico joven que se siente atraído por viejas, mujeres que rondan los 70. A las pocas semanas salió a la luz una novela llamada La aldea muerta, de Xurxo Borrazás, en la editorial Caballo de Troya. La historia que contaba me resultaba particularmente interesante y atractiva. Un escritor, 33 añicos, acaba de ganar un reconocido y bien dotado premio literario, pero durante un mes decide aislarse en una aldea abandonada de los Ancares, donde sin que nadie lo sepa queda todavía la presencia de Aurora, una anciana de 74 años, con la que inicia una relación íntima. Las escenas son explícitas y el cuerpo de la vieja es tratado como el cuerpo del amor, no como ese material de deshecho al que los ancianos son condenados por una iconografía estereotipada en el cine y en la literatura, que se quedó estancada, que no quiso adentrarse en otros territorios que no fuesen los de las lolitas. El escritor es un personaje celinesco, misántropo, enganchado a la pornografía por Internet, pero se convierte en un ser tierno en brazos de su amante, la vieja, que respira por los poros de Rulfo. En La aldea muerta, con ese título y con el ambiente, una Peña omnipresente y un valle con movimientos de lagarto, para mi gusto, a veces se comete el desliz, sobre todo al final, de echar mano de ese realismo mágico de la tradición gallega, bajo el orballo. Una concesión, no importa. Una historia que camina por el filo de la navaja, de aquello que casi no nos podemos creer. Quizás si el escritor tuviese 74 y ella 33 sería más fácil. Pero las cosas como son, las ancianitas cada vez están más apetecibles, ¿no os parece?

5 comentarios:

silvia lázaro díaz dijo...

Apetecible, para comérsela como el pan blandito están las buenas letras, las que llegan sabiendo como una pastillita al lugar del cuerpo que le toca para curarte, para ponerte sanita, que hay veces que la vida da eso, dolores de cabeza, enfermedad, esas cosas que cuando vas al médico y le cuentas, éste te dice, mire usted, señor, tome una cada vez que le aparezca el dolorcillo. Pero cuando el dolor es de faltita de buenas letras, cuando el dolor lo provoca los pensamientos que a lo largo de los siglos se han repetido y no recuerdan cuando hay que hacer, me refiero a los buenos, y son buenos los que hacen que todos seamos mejores personas y vivamos mas igual, con las mismas cositas en norte y en sur, arriba o abajo, en el este o en oeste. Pues bien, apetecible, para comérselas como el pan blandito, crujiente y salido del horno están las buenas letras que tienen contenido, no relleno de ese que a los políticos les gusta poner, sino que rellenito de verdad, del que nutre y te hace crecer. Apetecible, sí.
silvia lázaro

pcbcarp dijo...

La verdad es que parece interesante. Cuando yo era joven y arriscado montaraz, siempre me jodía sobremanera que subiendo a Bulnes desde Poncebos siempre nos adelantase una "vieja" con las bolsas del corte inglés y se riera de nosotros y nuestras mochilas.

Antonio Senciales dijo...

Me acuerdo de tu cuento, de aquel cuento lleno de matices.
Muchas veces me he preguntado por qué una pareja desigual, en la que el hombre supera en 25/30 años a la mujer, se ve 'normal' (y hasta se califica al hombre de hábil conquistador) en nuestra sociedad y, por el contrario, cuando la mujer supera al hombre en los mismos años citados se dice de ella que es una 'zorrita', 'que algo extraño va buscando' y cosas por el estilo.
Estas situaciones no son muy corrientes entre nosotros, pero se dan a veces entre escritoras/escritores, profesores-as/alumnas-os.
Pienso que es falta de educación social, exceso de machismo latente o antifeminismo notorio.
Espero que algún día se entienda del todo como algo natural, aunque ahora a todos nos resulte algo 'antinatural'.
Aparte esto, tu texto, como siempre, bien escrito, sugestivo, culto y estilizado en algunos tramos y con prosa de a pie, de la de andar por casa (en el buen sentido) en otros.
Yo siempre me acuerdo de Chejov Baroja, Hemingway,etc., cuando leo relatos o cuentos, quienes me gustan y abogaban por la sencillez, la economía de palabras, la claridad,... al escribir.
Nos vemos.

Manu Espada dijo...

Es curioso como la literatura, la sociedad, las noticias, la tele, trata el tema de la vejez. Si, pongamos por caso, una mujer de 74 años mata a su marido, la noticia suele tener un titular tipo "Una anciana asesina a su marido". Pero pongamos por caso que una mujer de esa edad tipo Concha Velasco, que tendrá sesentaymuchos, nunca se dice, "la anciana actriz presenta su última serie". Un saludo.

hombredebarro dijo...

Agradezo vuestra atención.