martes, 18 de marzo de 2008

Seat 1500 bifaro


Mira, este coche es mítico. ¿Ves? Estos son mis padres el día de su boda. Y esta la típica foto de los novios en el coche. Puedes apreciar ciertos detalles como el gran volante con doble aro niquelado y la sonrisa de mis padres con sus alianzas de oro. Aunque la foto sea en blanco y negro y las manos de mis padres no estén a la vista, la gran carrocería de la felicidad se puso en marcha ese día para llevarlos de la iglesia al salón de bodas, gracias a que en la nuestra también, como en tantas familias, siempre hubo un benefactor que podía costearse el mismo modelo de los coches oficiales. Quizás era un señor con bigote o no. Pero lo que es seguro es que su largueza y generosidad le granjeó muchos agradecimientos de por vida. Lejos estaba mi padre entonces de imaginar que durante algunos años, menos de los esperados por todos, habría de llevar entre sus manos un modelo semejante a ése. Uno de aquellos taxis negros con las puertas parcheadas en amarillo. En el pueblo la gente había comenzado a irse a las ciudades con lo puesto, así que mis padres me metieron en un cesto de mimbre y, después de interminables horas de tren, llegaron a una rotonda en la que había un policía municipal que organizaba el tráfico. Sale en todas las pelis de la época. Algunos domingos íbamos a comer a un merendero, porque seguía habiendo un señor dadivoso, el dueño del taxi, que se apiadaba de nuestra vida de suburbio, y entonces yo me sentaba al lado de mi padre en aquel asiento corrido, que no olía como ninguna otra cosa en la tierra, y lo miraba como si contemplase al héroe de mis sueños. Su reloj de pulsera, firme y brillante, le aplastaba el vello en la muñeca y todas sus maniobras me hacían confiar en él. Mi madre caturreaba en el asiento de atrás con la niña en brazos.
-Fíjate, así se mete la cuarta, al mismo tiempo hay que pisar el embrague, me explicaba, y movía la palanca de los cambios bajo el volante.
Luego sacábamos del maletero la tortilla y los filetes empanados y pedíamos la consumición mínima: unas gaseosas y aceitunas.
El sueño de mi padre era tener su propio taxi. El día que lo consiguió el modelo comenzaba ya a tener una competencia con mejores prestaciones, pero mi padre era más sentimental que práctico, y estoy convencido de que se hizo con un Seat 1500, no sólo porque yo se lo había rogado un millón de veces, sino porque también era el que él deseaba.
Un coche puede ser además un sarcófago. El maletero del 1500 era grande, incluso una persona de la envergadura de mi padre, si se doblaba podía caber en él. Mi padre apareció dentro. El taxi en medio de un pinar. A mí nadie me quería explicar nada, pero yo fuí atando cabos de conversaciones y comentarios que pillaba por ahí. Mi madre sólo me encargó que tenía que cuidar de la niña. Estaba maniatado, con la camisa y el pantalón llenos de sangre. El cuerpo cosido a navajazos. No lo ví y se llevaron el coche al depósito. La niña no sabía lo que había ocurrido y preguntaba por él. A mí se me saltaban las lágrimas, pero delante de ella conseguía disimular. Hasta que me metía en la cama. Allí inundaba las sábanas con mi llanto, imaginándome que aquella humedad era la de la sangre de mi padre derramada en la moqueta del maletero, que tantas veces le había ayudado a cepillar.
¿Ves esta foto? Es su taxi. Se vendió. No sé ni quién la hizo. Yo cada vez que veía uno de ellos tenía que volver la cabeza. Hubo un momento en el que creí que podría volverme loco.
Gracias a los sacrificios de mi madre pude estudiar. Filosofía y Letras.Y llevé la barba y el pelo largos. Los coches de los grises eran ese mismo modelo que me atormentaba, poco antes de que yo empezara la carrera, pero cuando me trincaron ya los habían cambiado. A empujones lograron introducirme en el Seat 124D. Los grises se habían vestido con un insondable color caca. Supongo que el modo de repartir en el asiento de atrás era heredero de aquel otro que yo sólo he conocido por las crónicas.
En esta foto estoy ya con la nariz rota, detrás mi primer coche. Un Renault 4TL.

4 comentarios:

frikosal dijo...

Hecho polvo me dejas con el pobre hombre muerto.

hombredebarro dijo...

Me alegro de verte por aquí, frikosal.
Un saludo.

Fernando García Pañeda dijo...

Esto no podrían escribirlo los de la generación Nocilla.

Marisopli dijo...

No sé por qué me he acordado de "Christine" de Stephen King.