Es un aula fría, que mira al norte, desde cuya ventana se ve la parte alta de la barriada-pueblo y las azoteas de las casas. Más allá, el valle, el aeropuerto y, al fondo, la sierra. Una suerte de vistas. Por las dos ventanas empieza ya a entrar un airecillo desapacible. En una de ellas el cristal tiene una herida, como una cicatriz en una sien, con el mismo aire de derrota que en un adolescente, aunque sólo es en un cristal.
En este tiempo ya se me empiezan a quedar los pies helados, pero me parece pronto para encender el pequeño radiador que olerá a polvo chamuscado en cuanto lo enchufemos. En la pizarra quedan restos de las clases anteriores, palabras sueltas escritas en el alfabeto griego y el maquillaje emborronado de tiza sobre un texto de César. En los armarios y las estanterías libros de texto, ejemplares repetidos de varias adaptaciones de Homero y Virgilio, diccionarios, carpetas y dentro de un orden una juerga con Safo, Miguel Hernández, La Biblia, Cavafis, Catulo y lo que llevo y traigo de un lado para otro. En el corcho de la pared 19 fotografías de alumnos de éste y el curso pasado que posan con un libro en la mano. En la pared misma, con grapas, caricaturas. Al fondo, una antigualla de ordenador. No nos importa, acostumbrados a trabajar con siglos de los que ya hace muchos siglos. Nos esperan dos horas de silencio, dos horas para traducir un texto de amable morfología y sintaxis, titulado “La leyenda del Minotauro de Creta”. Me gusta poner exámenes fáciles y largos, puedo hacerlo, pues tengo las dos horas seguidas con ellos, Latín y Griego, así que las uso a conveniencia. Pasan los minutos, alguna tos y el rasgeo de los bolígrafos sobre el papel. A partir de la hora empiezan a levantarse para coger más folios.
Cuando levanto la vista de mi tarea (he prometido no estar muy atento en mi vigilancia) un pellizco me sobrecoge. Un pellizco de lugares comunes, pero sobre todo de orfandad por haber dejado solo a aquel adolescente que yo mismo fuí en una aula poco más o menos parecida a ésta.
Lo que ya han dicho de todas las formas todos los bardos, que el tiempo corre que se las pela...
9 comentarios:
Breve y viva estampa de una atmósfera y un tiempo detenido en una clase de lenguas clásicas que de pronto se ha proyectado hacia el pasado, para tomar conciencia del tempus fugit. Tienes, al escribir, un periodo lento, pausado, melancólico y a la vez muy vivo en evocaciones. Me ha gustado la imagen de la herida en el cristal con el mismo aire de derrota que en un adolescente. Se percibe esa ternura con que miras a los muchachos a los que impartes clase, compañero. Recibe un cordial saludo. Gracias por tu presencia.
Deduzco que se trata de la pública.
Me gustaría asistir a tus clases. Yo se que mi curiosidad abarca muchos temas y que eso me condena a ser siempre un ignorante. Pero ¡quien pudiera leer la historia natural de Plinio!.
En el capítulo XI menciona a un insecto que vive en el fuego de las fraguas, y muere cuando este se apaga, haciéndose eco de la historia de los animales de Aristóteles.
"For in Cypres, among the forges and furnaces of copper, there is to be seen a certaine foure-footed creature, and yet winged, (as big as the greater kind of flies) to flie out of the very middest of the fire: and called it is of some Pyralis, of others Pyrausta. The nature of it is this: So long as it remaineth in the fire, it liveth: but if it chaunce to leape foorth of the furnace, and to flie any thing far into the aire, it dieth"
También dice "The Glo-wormes, are named by the Greeks Lampyrides, because they shine in the night like a sparke of fire", refiriendose a la luciérnaga, lampyris noctiluca.
No he podido encontrar el texto más que en inglés y en latín. Me parecen una maravilla las cosas que cuenta este señor ¿no crees?
Y aterrizando otra vez en la realidad, un profe de IES de mi pueblo me dijo que de 30 chavales le vienen 14 a clase, y solamente uno de ellos nació en la península. El otro dia le propusieron seriamente que aprendiera arabe de una vez.
Espejo desamparado de la edad, y ese cristal "cicatrizado" ¿un poco de machadiana monotonía de lluvia en las ventanas?
Saludos
¡Coño, EL TIEMPO!
No creo que le hayas dejado solo de verdad. En el fondo, le cuidas desde el tiempo, como una especie de ángel de la guarda conservador de su memoria.
Yo creo que nunca podremos abandonar a aquél/lla que fuimos, a no ser que abandonemos nuestros sueños...
Es muy evocador tu texto, me he visto ahí, peleando con el diccionario de latín en la contrarreloj: ningún tiempo pasado fue mejor. Pero qué vertigo, sí.
Te mando un poema de Luis Felipe Comendador que me hizo reír:
"¿Carpe diem?
¡Carpe hostias!"
Un saludín.
Con el pelito corto, unas merceditas de charol y calcetines con el elástico dado de sí, las rodillas un poco rojas por el frío, babi de rayitas rosa y blanco, una cartear roja de plástico que me habían regalado Los Reyes y kilos de vergüenza e indecisión en la carita de niña de posiblemente 4 años. Me entretengo acercando la yema del dedo índice a una mariquitita también roja que pasea por una roca de granito, me hago la remolona, un calor y picores internos desatados por la timidez me impiden entrar. La escuela. Mi primer día. La señorita sale indignada y me da un tirón del brazo para que entre. De ahí en adelante recuerdo el olor a goma, pizarra y pizarrín.
Es que la memoria a veces parece fragmentada o separada del resto. Por eso yo aún me sorprendo pensando que le diré o le preguntaré a mi padre... y enseguida viene el recuerdo implacable de que ya no está. Me ha ocurrido esta mañana, tal vez porque se acerca la fecha...
Y en cuanto a las clases de latín... mi hijo lo detestaba, pero yo estaba segura que era culpa de un profesor mediocre. Al fin encontré a una chica apasionada del latín, que le dio clases particulares, ¡y a él le encantó! Yo les oía dar la clase mientras trabajaba y sentía deseos de unirme a ellos... Y el griego era mi segunda pasión. Gracias a mi profesor de latín y griego me hice traductora...
Publicar un comentario