sábado, 16 de febrero de 2008

Carmen


Hola, madre. Qué hermosa estás. Y qué pálida. Eres la única que sonríe abiertamente. Tus labios delgados, como la orilla en la que el mar rompe con olas muy suaves. Mira lo que me haces decir. Un gánster hablando como un poeta. Claro que aquí a los poetas les da por hablar como matones. Aquí. Madre. Aquí. Aquí donde tú llevas tantos años muerta. Y sin embargo, qué hermosa en mi funeral. Qué joven.
-¿Quién es esa?, pregunta alguien.
Y nadie, excepto yo sabe quién eres. Madre. Porque todas las mujeres que se han reunido en torno al féretro en el que yazgo son viudas mías. Y tú también. Madre. Porque eras Carmen a secas. Porque entonces yo te llamaba así, viviendo como cualquier pareja. Quizás lo más que se les ocurría pensar era que tú eras algo mayor que yo. Hacíamos una vida con pocos contactos exteriores. Salíamos poco. En todo caso cada uno por su cuenta. Y las menos de las veces juntos.
Sólo ahora te puedo llamar madre sin que me extrañe esa palabra en la boca. Sin que rechine en tus oídos. Un buen día te esfumaste, nada, ni un rastro ni una huella. Ni siquiera una carta que hablase de asco. Pero la desolación en que me dejabas era el espejo de tu horror.
-Sabrás salir solo adelante, me habías dicho, en uno de tus enigmáticos anuncios de desaparición, que yo no podía entender, que me parecía que se referían a dejar de vivir como lo hacíamos.
Salí adelante. Tú lo sabías. Pero como si me hubiesen cortado una parte del cuerpo. Por eso me fue tan bien dentro de la organización: porque yo le cortaba una mano a un tipo y el tipo lloraba de dolor. Luego le ofrecía la mía para que el me la cortase a mí y el tipo lloraba por el espanto y lo aflojaba todo. La voz se corría y nadie quería verme en esas. Entretanto yo era un joven simpático, con un flequillo optimista, elegante y con ansias de prosperar. Pero tú no te habías quedado para verlo.
Ahora puedo decir: mamá. Aquí puedo hacerlo, nada se interpone. Sonríes, ajena ya a las desdichas. Estás aquí para despedirme y para darme la bienvenida. Todo ocurrió tan rápido que no hubo tiempo de nada. La moto se puso a la altura del coche, el chico me hizo una señal de alarma hacia las ruedas, quería decirme algo, el chico tenía una cara simpática, amable. Y yo caí, claro, como un novato. Bajé la ventanilla y me encontré con los dos tiros en la cabeza. Fulminado. Ahora con más calma, madre, estás tú para recibirme en estas tinieblas, dándome el adiós de viuda. Sin asco, sin amargura, con una sonrisa. Así son las cosas, así es el mundo. Este es todo el juicio al que hay que someterse. A tu sonrisa, mamá. Nada más.

7 comentarios:

Marisopli dijo...

Me sorprendes, me sorprendes y me sorprendes.
Y además me sorprendes.

Enrique Páez dijo...

Después de un rato largo leyendo tus relatos, tengo que felicitarte. Ha sido un placer encontrar historias bien tramadas, con intensidad, sin tópicos y sin estridencias. Te seguiré leyendo.
Abrazos,

leo dijo...

Como siempre, Hombre de Barro. Ese listón bien alto. Bravo.

Fernando García Pañeda dijo...

Da gusto pasarse por aquí. A leer.

Diego Flannery dijo...

Hola hombre de barro

descubri tu lugar, al recorrer el de enrique. Bueno: Que relatos que atrapan. ¿Cuánto misterio tiene el límite del final? Un límite que motiva a pensar en balances y en mascaradas y sin-sentidos.
Me hace mucho ruido tu forma de escribir.Me pregunto: ¿Cuántas muertes para cubrir un nacimiento?.

Un abrazo desde Argentina
Diego Flannery.

PD: Estás invitado a pasar por mis páginas.

Mariano Zurdo dijo...

Esta visto que uno no se puede poner malo. Falto a penas una semana y te cascas una serie nueva enterita.
Esta tarde cuando llegue a casa me imprimo todas las viudas y me las leo antes del efímero reposo nocturno, que del eterno no quiero saber nada de nada.
Besitos/azos.

hombredebarro dijo...

Os agradezco a todos los comentarios, por supuesto, pero sobre todo la lectura. Uno de mis cuidados es intentar no crearle al lector falsas expectativas y cumplir al menos con aquellas que son inherentes al desarrollo del texto.
Un saludo a todos. Ya sólo queda una última entrega para acabar con "Las viudas".