miércoles, 23 de enero de 2008

En la basura


No soy mala, pero a lo largo de estos años supongo que habré cometido muchas maldades. Me pasó contigo, bichito mío. Contigo me abrí un agujero en la cabeza que no puedo rellenar de nada. No te olvido. Braceabas y parecías una rata grande o un monito sucio. Te dije: no te voy a alimentar, eso no. Y hasta pareciste entenderlo, porque dejaste de berrear. Como si aceptaras tu sino. El de esos hijos de reyes que hay que sacrificar. Cógelo con ese paño grande, le dije. Apriétalo, que no respire más. Y te llevó lejos, al otro extremo de la ciudad. Para que el camión de la basura te triturase. Pero aquellos minutos, que pensé que eran insuficientes para que continuases existiendo, bastaron. Me hicieron este agujero. Luego lo limpiamos todo y nadie supo nunca. Le pregunté a él. Que me contase lo que había hecho. Y me dijo que te llevó bajo el brazo, dentro del chándal, por un camino por el que nadie subía. Y que te dejó dentro de un contenedor. Que ya ibas ahogado. Una rata grande muerta, pensé. Y te empecé a olvidar. Al principio fue fácil. Ninguna noticia en los periódicos. Nada en la tele. Yo seguí con mi trabajo. Con las cosas de los chicos, que me tenían siempre en un sobresalto. El uno cada dos por tres expulsado del instituto, el otro hecho un príncipe, cada vez que iba a verlo por aquel locutorio, que me decía: madre, no te preocupes por mí, que aquí soy el amo. Y es que se hacía respetar. Aunque yo supiese que no iría a ninguna parte. Como su padre. Una bala en el entrecejo. Luego la cosa se torció: empecé a pensar en tí. Pensaba en tí a cada momento. Pero siempre callada. Y a mi lado empezaste a crecer, invisible, pero siempre conmigo. Con ese aire de rata, de mono, de chico. Con esa sonrisa. Un día me lo dijiste con los ojos: no te preocupes, mamá. Me llamaste por primera vez mamá. Y volviste a callarte. Te voy a comprar ropa, te dije. Y te pusiste muy contento. Porque seguías envuelto en aquel paño o trozo de toalla, como si fueses hijo del mismísimo Tarzán. Fuimos a Prenatal y las dependientas creyeron que lo que me llevaba era para mi nieto. No les dije que todo era para tí, porque no podían verte. En casa intenté ponerte el pantaloncito y la camisa, pero no supe cómo hacerlo. Vieja inútil, me dije a mí misma. Pero no. Imposible. Hace ya mucho que no lo intento. Tampoco tú le has dado mayor importancia. No eres como esos chiquillos que van por las tardes al parque. Tú eres muy diferente y eso se nota cuando te miro y sobre todo cuando tú me miras a mí.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he perdido en la acción y aun así he seguido leyendo con intenciones vivas. Significará eso que es un buen relato ¿No?
Yo entiendo que sí.
Y, claro, enhorabuena (las 2:45 uff).

Manu Espada dijo...

Yo también me he perdido un poco pero al releerlo ya me he ubicado y me ha gustado. Saludos.

Manu

Mariano Zurdo dijo...

Potente.

Unknown dijo...

Los bebés son papeles en blanco. ¿Cómo se hace de un papel en blanco un fantasma?

No se queda entre sus ejecutores para hacerle la vida imposible a nadie, por venganza o por hacer público su secreto, no. Eso está muy visto. Se queda simplemente por curiosidad. Como un bebé que regresa a la consulta de un médico donde ya le han pinchado una vez y todavía juguetea con el fonendoscopio, ajeno al pasado y al futuro más cercano.

Tawaki dijo...

Nuestro cerebro no comprende que una mala acción pueda quedar impune y se inventa una realidad paralela si hace falta. Da verdadero miedo el estado en que queda la mujer.

Un abrazo.
PD Te dejé un comentario sobre cómo poner hipervínculos, pero no sé si recibes comentarios de entradas antiguas en el correo.

Ispilatze dijo...

IM-PRESION-ANTE (porque vamos: se le pone a una una presión en el pecho... quepaqué). Será por la cosa de la maternidad o algo. ¿habrá mujeres de ESTE hierro??? Porque ni hijo expulsado, ni hijo preso... nada de eso es nada al lado del hijo condenado por una misma. Vamos, supongo. Uff.

leo dijo...

Espeluznante. El fantasma del remordimiento, de la soledad.
¿Por qué nos atrae tanto el lado oscuro? ¿Tú lo sabes? Tus cuentos están repletos de él.
Un abrazo.

Marisopli dijo...

Sobrecogedor, cierto, pero también me pierdo, no sé si va o viene.